Este 14 de julio recordamos a una de las santas de la ecología. Santa Kateri Tekakwitha tenía 20 años cuando fue bautizada, sin embargo su vida ilumina el camino para todos aquellos que buscan vivir en mayor comunión con la creación.
En julio de 1677, Tekakwitha estaba siendo tratada como una marginada en su comunidad y recibía amenazas debido a su fe. Así que viajó durante dos meses y más de 200 millas de bosques y ríos a la misión católica de San Francisco Javier en Sault Saint-Louis en Canadá.
Allí, Tekakwitha vivió con otros indígenas católicos y continuó dedicando su vida a Dios. Su legado es honrado hoy en día por muchas organizaciones, incluyendo el Centro de Conservación Saint Kateri, que ayuda a las organizaciones y a las familias a convertir sus parcelas de tierra o patios en hábitats saludables que honran la vida de la santa patrona de los pueblos nativos americanos y de las Primeras Naciones, la ecología y el medio ambiente.
Santa Kateri Tekawitha es la primera santa católica nativa americana. Nació en 1656, en el pueblo Mohawk de Ossernenon. A los cuatro años contrajo la viruela, que le dejó el rostro gravemente marcado. Como toda su familia sucumbió a la viruela, se fue a vivir con su tío, que era el jefe de los Mohawks.
Ella ayudaba a sus tías a trabajar en los campos donde cultivaban maíz, fríjoles y calabaza (las “Tres Hermanas”) y cuidaba de la casa tradicional en la que vivían. También recogía leña en el bosque y plantas para fabricar medicinas y tintes. Recogía agua de los arroyos y manantiales que brotaban del suelo. A pesar de su escasa visión, Kateri se convirtió en una experta en la elaboración de pedrería.
A los 19 años, Kateri se convirtió al catolicismo, con voto de castidad y prometiendo su vida a Jesús. Esta decisión, por supuesto, no fue bien recibida por los habitantes del pueblo en el que vivía. Cuando empezaron a correr rumores de que se dedicaba a la brujería, viajó a una comunidad de nativos cristianos en Montreal para evitar la persecución.
Kateri, cuya salud siempre fue débil, murió el 17 de abril de 1680, tras una larga enfermedad. Tenía 24 años. Su piadosa existencia no terminó con su muerte física. Tres personas tuvieron visiones de ella en la semana siguiente a su muerte. Se construyó una capilla cerca de su tumba y pronto empezaron a llegar peregrinos, tanto indígenas como europeos, para dar gracias a Dios por esta santa mujer.
En diciembre de 2011, tras el testimonio de un niño cuya infección se curó por haber rezado a Tekakwitha pidiendo su intercesión, el Papa Benedicto XVI la reconoció como santa. Fue canonizada en octubre del año siguiente. Hay muchos relatos de milagros atribuidos a la intercesión de Kateri, que continúan hasta el día de hoy.