Como líderes y lideresas religiosos/as y representantes de organizaciones basadas en la fe de América Latina y el Caribe, nos hemos reunido para reflexionar sobre la emergencia climática. Todos los días nos enfrentamos a las consecuencias irreversibles del cambio climático. Nuestros territorios entendidos por nosotros como sagrados son destruidos. Vemos la destrucción de la amazonia, otros ecosistemas y de los pueblos que la habitan a través de la agricultura a gran escala, la minería y la extracción de combustibles fósiles que en nombre del “progreso” solo sirven a la acumulación ilimitada y concentrada de capital. Aquellos y aquellas que protegen nuestras tierras – defensores y defensoras del medio ambiente y de los derechos humanos – estan siendo cada vez más atacados/as.

Nos solidarizamos con las personas y comunidades más afectadas y “lloramos con los que lloran” (Romanos 12:15). Al tiempo que  mantenemos la  esperanza firme de que Dios está renovando nuestras mentes y nuestro mundo (Romanos 8:19-21) mientras nos llama con urgencia a todos y todas a la acción.

La COP30 en Belém es un momento crucial para reafirmar nuestro compromiso en nuestra lucha por la justicia climática. Marca el décimo aniversario del Acuerdo de París, un compromiso histórico para limitar el aumento de la temperatura global. Coincide con la necesidad de que cada país presente Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs, por sus siglas en inglés) actualizadas y ambiciosas, mostrando sus compromisos para acelerar la acción climática.

El camino hacia la COP30 no puede caer en las trampas de los últimos años, con el estancamiento del progreso en la eliminación de los combustibles fósiles, los países de altos ingresos ofreciendo acuerdos de última hora y las promesas incumplidas sobre el financiamiento climático. Los gobiernos deben responder a la emergencia climática y actuar con la urgencia que se necesita.

Por lo tanto, hacemos un llamado a los gobiernos y a la comunidad internacional a demostrar liderazgo y acción en las siguientes áreas prioritarias:

  1. Cumplir las promesas de financiamiento climático. Los compromisos en la COP29 quedaron muy por debajo del financiamiento que los países en desarrollo necesitan para abordar el cambio climático. Instamos a los gobiernos a involucrarse plenamente en la hoja de ruta de Bakú a Belém y definir cómo proporcionarán los 1,3 billones de dólares de financiamiento climático necesarios para 2035. Esto no debería aumentar la carga de la deuda, sino priorizarse a través de subvenciones y nuevas formas de financiamiento público, como impuestos a la riqueza y bajo el principio de «quien contamina paga».
  1. Asegurar que el Fondo de Pérdidas y Daños otorgue subvenciones este año. Las comunidades en América Latina y el Caribe han visto sus tierras y medios de vida destruidos por los impactos climáticos. Hacemos un llamado urgente para la plena e inmediata operacionalización del Fondo de Pérdidas y Daños antes de la COP30. Se necesita financiamiento nuevo y adicional proporcionado por los gobiernos, así como acceso simplificado y prioritario para las comunidades afectadas.
  1. Acelerar una transición para dejar de depender de los combustibles fósiles. La falta de acción para eliminar los combustibles fósiles pone en peligro la supervivencia misma de los pueblos originarios, tradicionales y de los bosques, además de la destrucción de la fauna y la flora. Exigimos que los compromisos asumidos en la COP30 incluyan la transición hacia energías 100% renovables, eliminen progresivamente las subvenciones a los combustibles fósiles que no abordan la pobreza energética ni a promuevan la transición justa, y reorienten estos fondos hacia el bienestar social. 
  1. Apoyar a las comunidades para adaptarse al cambio climático. Las comunidades en América Latina y el Caribe enfrentan impactos climáticos devastadores y han mostrado resiliencia y creatividad en cómo se adaptan. Hacemos un llamado a los gobiernos a incrementar significativamente el financiamiento para la adaptación en respuesta a las necesidades identificadas por las comunidades más vulnerables. Además, deben  presentar Planes Nacionales de Adaptación (NAPs, por sus siglas en inglés) liderados por las comunidades que incluyan la protección de ecosistemas claves como la Amazonía y los arrecifes de coral, la integridad territorial y los derechos de los pueblos indígenas, y la protección de los y las defensores/as ambientales.
  1. Priorizar las voces de quienes son más afectados y afectadas por el cambio climático. Las comunidades afectadas – incluyendo los Pueblos Indígenas, niños y jóvenes, mujeres y defensores y defensoras de los derechos humanos – deben participar de manera equitativa y significativa en la toma de decisiones climáticas para que sus voces impulsen soluciones justas y efectivas. Hacemos un llamado a los gobiernos nacionales y a la Presidencia de la COP30 para crear condiciones que permitan la participación, fomentando la confianza y la solidaridad.

Nos uniremos a ustedes en oración y en acción para hacer realidad estas demandas y trabajar juntos y juntas por la justicia climática.

 20 de marzo de 2025

Brasilia, Brasil

Firmado por los líderes y lideresas Religiosos/as y Organizaciones Basadas en la Fe de América Latina, el Caribe y el mundo.