
Sesenta y dos instituciones, desde diócesis católicas hasta bancos protestantes, han anunciado su decisión de desinvertir en combustibles fósiles, enviando una clara señal a los líderes mundiales: es hora de poner fin a la era de los combustibles fósiles y abrazar un futuro basado en la justicia y el cuidado de nuestra Casa Común. Este momento representa uno de los mayores anuncios de desinversión basada en la fe hasta la fecha, lo que demuestra cómo las convicciones espirituales pueden inspirar una transformación en el mundo real.
¿Qué es la desinversión en combustibles fósiles?
La desinversión consiste en retirar las inversiones de empresas dedicadas a la extracción, producción o explotación de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. Para las instituciones religiosas, es más que una decisión financiera: es un compromiso moral y espiritual. Al desinvertir, se aseguran de que sus recursos ya no financien las industrias más responsables del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la injusticia medioambiental. En cambio, muchos están redirigiendo fondos hacia energías renovables, agricultura sostenible y proyectos comunitarios que sanan tanto a las personas como al planeta, poniendo en práctica el mensaje de Laudato Si’, que «todo está conectado».
¿Quién lidera la iniciativa?
Esta ola de desinversión abarca continentes y confesiones religiosas. Entre los nuevos firmantes se encuentran cinco diócesis católicas —cuatro en Italia y una en Canadá— junto con bancos católicos y protestantes en Alemania, y 42 miembros del Arbeitskreis Kirchlicher Investoren (AKI), una red de inversores institucionales protestantes. Por primera vez, una diócesis católica de Canadá se ha sumado al movimiento mundial de desinversión, un paso notable por parte de uno de los mayores productores de combustibles fósiles del mundo. En Italia, donde las olas de calor y las inundaciones han devastado comunidades, los líderes católicos están enviando un mensaje de esperanza y coherencia: nuestra fe debe estar en consonancia con nuestras acciones. En Alemania, Christians for Future ayudó a coordinar el anuncio, demostrando que la defensa colectiva impulsada por la fe puede influir en los sistemas financieros. Los jesuitas de toda Europa Central también se han comprometido a desinvertir por completo, lo que demuestra que incluso las instituciones tradicionales están adoptando un cambio transformador.
Un imperativo moral
En el fondo de esta decisión hay un profundo llamado moral, que el papa León XIV describió recientemente como «un deber de justicia, amor y esperanza para las generaciones futuras». Los líderes religiosos de todo el mundo están dejando claro que la acción climática no es opcional. Es un acto de amor por la creación y de solidaridad con quienes más sufren los daños ecológicos. Obispos de África, Asia, América Latina y el Caribe han unido sus voces para instar al fin de los combustibles fósiles, recordándonos que la crisis ecológica es también una crisis moral y social. Como declaró el Consejo Mundial de Iglesias, este es un «momento kairós», un momento decisivo en la historia en el que la fe debe traducirse en acciones audaces. Al desinvertir, estas 62 instituciones nos recuerdan que nuestras decisiones económicas reflejan nuestros valores. Al negarse a lucrarse con la destrucción, eligen invertir en la vida.
El panorama general: la fe lidera donde la política se queda atrás.
Más de 1700 instituciones de todo el mundo, que representan más de 40 billones de dólares en activos, ya se han comprometido a desinvertir. Más de 600 de ellas son organizaciones religiosas, lo que demuestra cómo estas están superando a los gobiernos en la respuesta a la crisis climática. Mientras los líderes políticos debaten plazos y objetivos, las comunidades religiosas están llevando a cabo acciones concretas —lo que podríamos denominar «Contribuciones Determinadas por los Pueblos» (PDC, por sus siglas en inglés)—, un ejemplo vivo de conversión ecológica en marcha. Este liderazgo contrasta radicalmente con las acciones de gigantes de los combustibles fósiles como TotalEnergies y Exxon Mobil, que siguen ampliando proyectos petroleros en África y la Amazonía a pesar de la clara advertencia de la Agencia Internacional de la Energía: ningún nuevo yacimiento de petróleo y gas es compatible con un mundo de 1,5 °C. La desinversión basada en la fe no solo es profética, sino también práctica. Recupera el poder de las finanzas como herramienta para el bien, demostrando que la economía puede estar al servicio de la vida, y no al revés.
Un horizonte prometedor
Cada institución que se desprende de sus inversiones añade una mano más a la roca de la acción climática que rueda cuesta abajo. Como dice la Dra. Katharine Hayhoe: «Cada acción importa. Cada elección importa». Con su decisión, las instituciones religiosas dicen no a la destrucción y sí a la renovación, a la energía limpia, a la justicia y a un futuro compartido basado en la solidaridad. Su mensaje al mundo es sencillo: cuidar de la creación no es solo una creencia, es un compromiso que vivimos cada día. Tal y como nos exhorta el papa Francisco a «escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres», estas 62 instituciones nos han mostrado cómo se traduce eso en la práctica. Ahora nos toca a nosotros. Ya sea a través de la defensa de causas, la oración o iniciativas locales, todos podemos formar parte de este movimiento en expansión para sanar nuestra Casa Común.





