Por Lindlyn Moma, Directora de Advocacy, Movimiento Laudato Si’

La narrativa católica en las COP está relacionada con la financiación de Pérdidas y Daños, la financiación de la transición justa en términos de energías alternativas y la necesidad urgente de sustituir los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). En línea con ello, a principios de este año, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano adoptó el Tratado de No Proliferación de los Combustibles Fósiles, en el que se pide que se ponga fin a toda nueva exploración y producción de carbón, petróleo y gas, que se elimine gradualmente la producción de combustibles fósiles de acuerdo con el objetivo climático global de 1,5ºC y que se acelere la búsqueda de soluciones reales y una transición justa y equitativa para todos.

En este sentido, el resultado de la COP 27 es profundamente decepcionante para la comunidad católica que esperaba y trabajaba por un acuerdo avanzado sobre la eliminación gradual de los combustibles fósiles. En su lugar, lo que se acordó fue un “copia y pega” del acuerdo de Glasgow en el que se hacía referencia a la reducción progresiva de la energía de carbón no abatido, la eventual descontinuación de los subsidios ineficientes al petróleo y la inclusión de una transición a la energía de bajas emisiones, que es esencialmente el gas que es una fuente de emisiones de GEI. 

Los delegados de las empresas relacionadas con los combustibles fósiles presentes en la COP de este año (casi un 25% más que en la COP 26), se empeñaron en diluir el acuerdo de Glasgow. Hubo varias propuestas relativas a la eliminación de los combustibles fósiles, como la de la India, que en los días previos a la clausura de la COP, propuso la eliminación progresiva no sólo del carbón no abatido, sino de todos los combustibles fósiles. Cualquier intento de avanzar respecto a lo acordado en la COP 26 no tuvo éxito. Recordando que el Acuerdo de París de 2015 tiene como objetivo limitar el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C respecto a los niveles preindustriales, e idealmente a 1,5 °C, y teniendo en cuenta que los combustibles fósiles son la primera y principal causa del calentamiento global, la ausencia de abordaje de los problemas es absurda. Sin embargo, aunque al final todo quedó igual que en el acuerdo de Glasgow, hubo una diferencia importante: 80 países pidieron que se incluyera formalmente la eliminación de los combustibles fósiles. Esta creciente masa crítica de países es un signo de esperanza. 

Tanto en la COP 26 como en la 27 se habla de «reducir progresivamente el carbón ‘no abatido’». La abatición del carbón se entiende generalmente como el uso de la tecnología de Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS) o de Captura, Utilización y Almacenamiento de Carbono (CCUS) que no funciona técnicamente. Así que, a la inversa, por ‘carbón no abatido’ se entiende una central eléctrica de carbón sin equipos de tecnología CC(U)S. La falta de funcionalidad técnica para conseguir un carbón inabatido permite a la industria de los combustibles fósiles y a los países productores abusar y justificar la continuidad de la producción de carbón. Asimismo, el término «subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles» se incluyó por primera vez hace trece años en una reunión del G20 en 2009, pero nunca se aclaró qué hace que una subvención a los combustibles fósiles sea «eficiente». Desde entonces, el término ha sido mal utilizado para encubrir la continua financiación pública del carbón, el petróleo y el gas. Por lo tanto, las expresiones utilizadas en los documentos de la COP 26 y 27 son insuficientes para abordar con seriedad la drástica reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para alcanzar las emisiones netas cero en 2050.

Celebramos el tan esperado esquema sobre pérdidas y daños y la limitada ventana de progreso para establecer un programa de trabajo Ministerial para aumentar urgentemente la ambición de mitigación a través de un programa de trabajo de transición justa. Las directrices dadas a los comités ministeriales son principalmente para intercambiar puntos de vista, información e ideas, señalando que los resultados del programa de trabajo no serán prescriptivos ni punitivos, sino que respetarán la soberanía nacional y las circunstancias nacionales teniendo en cuenta las contribuciones determinadas a nivel nacional que no impondrán nuevos objetivos o metas. Se trata de un comité diluido que pretende dar el visto bueno a las actuales NDCs poco ambiciosas.

Junto con el Papa Francisco, constatamos que «el sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos.» (LS 54). Por tanto, reconocemos que se puede hacer mucho más, y seguimos luchando por situar la mitigación real en el centro de las negociaciones sobre el clima mediante un tratado de no proliferación de combustibles fósiles y la desinversión en los mismos.