En el momento que escribo estas líneas, La Carta ha sido vista por más de un millón de personas y solo han pasado 3 días desde su estreno. 

Cada una de las personas que han dedicado tiempo para verla son una razón para la esperanza. 

La Carta es un fruto concreto de la encíclica Laudato Si en la que el Papa Francisco nos invitaba a “una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos» (LS #14)

Y por eso escribo con esperanza. 

La Carta es, sin duda, el mayor proyecto en el que este Movimiento Laudato Si’ se ha embarcado hasta ahora. Ha sido un proyecto dilatado en el tiempo debido a las dificultades provocadas por el COVID-19 e innumerables contratiempos, pero Dios se vale de nuestros dones, así como de nuestras limitaciones y hace cosas maravillosas. 

Todos y cada uno de los que han visto La Carta, y los que la verán, están llamados a emprender acciones concretas y a nunca más ser indiferentes ante el sufrimiento provocado por la crisis climática. 

Es ahora o nunca. Estamos en un momento de inflexión y el mundo que heredarán las futuras generaciones, mis hijos y mis nietos, depende de lo que hagamos ahora. 

Cómo decía Nicolas Brown, el director de La Carta, en la rueda de prensa del pasado 4 de octubre, es fácil perder la esperanza. 

Es normal perder la esperanza. Nuestro cerebro percibe el sufrimiento y, simplemente, lo bloquea, nos inmoviliza y parece que ya no hay nada que podamos hacer para cambiar el futuro. 

Pero La Carta y los cientos de miles de personas que ya la han visto, nos dicen lo contrario. Si actuamos, si lo hacemos juntos, podemos cambiar el futuro. Sabemos que las cosas pueden cambiar (LS #13)

Llevo grabada en mi corazón una frase del Papa Francisco: “No dejes que te roben la esperanza” (Christus Vivit #15), y reconozco que hay días que me cuesta impedirlo.

Hay dos grupos que quieren que perdamos la esperanza, que quieren robártela. Los que inoculan el virus del miedo y el virus de la indiferencia. 

Los primeros son los que te dicen que la crisis es de tal magnitud que ya no hay nada que hacer, los que presentan un apocalipsis inaplazable. 

Los segundos son los que te dicen que la crisis no existe, que es un invento, que es fruto de ideologías de izquierda o de activistas ecologistas. 

En el fondo, los dos grupos son el mismo, son los que quieren que no hagas nada, los que te quieren adormecido, porque lo que quieren es seguir expoliando y destruyendo la creación sólo para su beneficio personal. 

Pero La Carta abre un nuevo tiempo en el que “lo que estaba oculto, ahora está siendo descubierto” y nos enseña que las acciones individuales y los sueños, cuando son compartidos, pueden cambiar la historia. 

Si aún no lo hiciste, puedes ver La Carta aquí

Si ya lo hiciste, compartela, habla de ella, organiza un encuentro con amigos y familiares para verla juntos y asumir compromisos (si no sabes que hacer, aquí tienes algunas ideas). 

Hay razones para la esperanza, muchas más que un millón.