El Papa Francisco, la Iglesia católica y los católicos de todo el mundo actúan cada día contra el cambio climático. El Papa Francisco ha liderado especialmente el camino durante su pontificado.

En 2015, escribió la carta encíclica Laudato Si’, que ayudó a los 1.200 millones de católicos del mundo a comprender mejor que «todo está conectado» y a situar milenios de enseñanza católica en el contexto de la crisis ecológica actual.

Sin embargo, mucho antes del Papa Francisco y de la Laudato Si’, los católicos rezaban y actuaban contra la crisis climática y animaban a otros a unirse a ellos mientras trabajaban para cuidar la creación de Dios.

Los católicos se han preocupado durante mucho tiempo por la crisis climática porque el problema afecta a muchas cuestiones que están en el centro de lo que significa ser católico y vivir nuestra fe como católicos.

¿Qué es la crisis climática?

La presente crisis climática se está reflejando en el fuerte aumento de la temperatura del planeta debido, en gran parte, a la emisión de gases de efecto invernadero (GAI) que hemos venido produciendo desde la Revolución Industrial.

Un informe de 2013 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) declaró que “el aumento de la utilización de combustibles fósiles y de las emisiones, particularmente de dióxido de carbono fósil, ha provocado que los últimos decenios hayan sido los más cálidos en la superficie de la Tierra, sucesivamente que cualquier decenio anterior desde 1850.”

Dicho calentamiento tiene efectos devastadores a muchos niveles, incluyen la producción de alimentos, eventos meteorológicos extremos y la escasez de agua, y el incremento del nivel del mar.

Los científicos afirman que un planeta más cálido producirá probablemente catástrofes naturales más fuertes y devastadoras, del tipo que ya estamos viendo hoy: inundaciones históricas, huracanes más fuertes, sequías más prolongadas, incendios forestales más peligrosos, todo lo cual provoca muertes y desplazamientos y afecta de forma abrumadora a los más vulnerables entre nosotros.

A lo largo de Laudato Si’, el Papa Francisco señala que la crisis climática es una cuestión moral en la que todos los católicos están llamados a actuar.

De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta: «Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre» (LS 48).

Estos efectos se agudizarán -con un mayor impacto para los países en desarrollo- si no tomamos medidas para evitar que la temperatura aumente en más de 1,5 grados Celsius.

¿Por qué los católicos y Iglesia católica se preocupan por el cambio climático?

Las Escrituras nos refieren en Mateo 7,12., la ley por excelencia de la caridad: “Por tanto, todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres hacedlo también vosotros con ellos”. También la pregunta que le hace de Dios a Caín es imperiosa para nuestros tiempos “¿Dónde está tu hermano?” (Gn. 4-9).

Los católicos nos preocupamos por el cambio climático porque sus efectos repercuten sobre todos los seres vivientes, de manera mucho más grave sobre los más vulnerables. El llamado es a actuar y entrar en la comunión del Espíritu por el bienestar de nuestros hermanos en todos los rincones del planeta.

Necesario es, además, contribuir con nuestra parte en la conservación de la casa común.

Si bien, como seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, ello no nos hace superiores al resto de la creación, más bien nos hace responsables de ella, pues estamos dotados de inteligencia para conducir todas las cosas para bien y con ello dar la gloria a Dios.

La visión de la naturaleza como objeto de provecho es errática por cuanto nos impide sentirnos parte de ella, de esta manera, nos hemos permitido cruzar sus límites en nombre del progreso o de los intereses particulares, lo que ha generado todo tipo de desequilibrios con las consecuencias que ya podemos advertir en la sociedad y en el planeta.

“Esto provoca la convicción de que, siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde” (LS 89).

Como católicos, estamos llamados desde la fe a cuidar la creación, pues ella es reflejo de la grandeza y el poder de Dios, poder que se renueva de manera incesante.

En la Biblia, el Dios que libera y salva es el mismo que creó el universo, y esos dos modos divinos de actuar están íntima e inseparablemente conectados” (LS 73).

“La Creación es el fundamento de “todos los designios salvíficos de Dios”, “el comienzo de la historia de la Salvación” (DCG 51) que culmina en Cristo”.

Desde el principio hubo un plan salvífico para la humanidad. De la misma manera, mediante las Escrituras, vemos que Dios se ha encargado de darnos a conocer la inmensa dignidad que tienen cada una de sus criaturas.

¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ninguno de ellos está olvidado ante Dios» (Lc 12,6). «Mirad las aves del cielo, que no siembran ni cosechan, y no tienen graneros. Pero el Padre celestial las alimenta» (Mt 6,26).

¿Cuál es el papel de la Iglesia Católica en todo esto y con el cambio climático?

La Iglesia ha sido parte fundamental en el desarrollo del pensamiento para la humanidad. En ella encontramos de manera reiterada reflexiones que evocan el amor y compasión hacia nuestra casa común.

Desde San Agustín (354-430), que nos decía: “El cuidado de la Creación es contemplación de Dios”.

MIRA: San Buenaventura y la creación

O San Buenaventura (1217-1274): Toda la creación puede ser considerada como una bellísima canción que proclama la beldad del Creador, al interno de la cual cada criatura entona una parte diferente de la misma con voz diáfana y energética”.

O Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179): “La Tierra sostiene a la humanidad. No debe ser dañada; no debe ser destruida.” 

Quizás el mayor ejemplo de contemplación lo tenemos en San Francisco de Asís, quien eligió un estilo de vida en pobreza y simplicidad y, a través de su elección, se fundió en el esplendor de la naturaleza, lo cual refleja maravillosamente en el Cántico de las Criaturas: “Alabado seas mi Señor en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.” Por esto, lo llamamos el patrono de la ecología.

Sobre este virtuoso santo, nos dice el actual sucesor de Pedro en su encíclica Laudato Si’: “En él se advierte hasta qué puntos son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (LS 10).

En la búsqueda de esta coherencia fundamental, varios de los mensajes que nos han dejado los Papas en sus intervenciones y documentos, nos invitan como católicos a un cambio de paradigma y a preocuparse de verdad por la crisis climática y la creación de Dios.

San Juan Pablo II desde la Jornada Mundial de la Paz en 1990 nos llamaba así: «Los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe». Por eso, es un bien para la humanidad y para el mundo que los creyentes reconozcamos mejor los compromisos ecológicos que brotan de nuestras convicciones.

Por su parte Benedicto XVI en la carta encíclica Caritas in Veritae nos dice: “La libertad humana puede hacer su aporte inteligente hacia una evolución positiva, pero también puede agregar nuevos males, nuevas causas de sufrimiento y verdaderos retrocesos. Por eso, la acción de la Iglesia no sólo intenta recordar el deber de cuidar la naturaleza, sino que al mismo tiempo «debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo»(51).” 

También, en su homilía inaugural, Benedicto XVI dejó claro lo importante que debe ser para todos los católicos el cuidado de la creación y la conversión ecológica.

Él dijo, «Los desiertos externos del mundo están creciendo, porque los desiertos internos se han vuelto tan vastos. Por lo tanto, los tesoros de la tierra ya no sirven para construir el jardín de Dios para que todos vivan en él, sino que han sido hechos para servir a los poderes de explotación y destrucción”.

El compromiso del Papa

El Papa Francisco ha dado voz al Espíritu Santo a través de la encíclica Laudato Si’ –Alabado seas– para salvaguardar la vida y la dignidad de todas las criaturas en un entorno dominado por el individualismo, el cortoplacismo y la sequía espiritual.

Mediante este documento accesible, cercano, práctico, el Papa nos propone una serie de preguntas y nos da luces basado en las Escrituras, en los documentos de la Iglesia católica y en sus experiencias ecuménicas.

Nuestro líder de la Iglesia católica está comprometido con las raíces profundas de los males que nos aquejan como humanidad, de manera especial a los más vulnerables.

Por ello tiene especial interés en que el mundo entero se movilice para ralentizar el cambio climático. En primer lugar, el Papa Francisco nos llama a todos a una conversión ecológica, un proceso de reconocimiento de nuestra contribución a la crisis social y ecológica y de actuar de manera que se alimente la comunión: sanando y renovando nuestra casa común.

La encíclica Laudato Si’ es un serio proyecto con un llamado al cambio para enderezar de una vez por todas los caminos que permitan recuperar el daño ya causado a la tierra y a los más frágiles, y preservarlos para las generaciones futuras, cuyas voces claman desde el presente.

Más: ¿Que es una conversión ecológica?

El Papa invita a todos los cristianos a darse cuenta de la importancia que tiene para la fe el cuidado de la creación de Dios. “Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana” (LS 217).

¿Qué puedo hacer yo?

Todo ello es una invitación, no solo a la reflexión, sino a tomar medidas desde cada uno de nuestros contextos para hacer un uso responsable de nuestra libertad en el cuidado de la tierra, de los más vulnerables y de las generaciones futuras. 

Siempre en procura del cuidado del planeta, el Movimiento Laudato Si’, guiado por el Espíritu Santo, apoya las distintas iniciativas que surgen desde lo local e impulsa otras tantas desde lo global.

  • Ser un animador Laudato Si’. Los Animadores Laudato Si’ son líderes locales que se esfuerzan por llevar la encíclica a sus propias vidas a la vez que inspiran y animan a otros en sus comunidades a llevarla a la vida. Más información.
  • Ser parte de los Círculos Laudato Si’. Los Círculos Laudato Si’ son pequeños grupos de personas que se reúnen regularmente para profundizar su relación con Dios como Creador y con todos los miembros de la Creación. Más información.
  • Unirte a campañas globales. Por ejemplo, firma y anima a tus amigos y conocidos a firmar la petición “Planeta sano, gente sana”, acompañando al Papa a Glasgow. 
  • Convertirte en voluntario. Hay distintas formas de ser voluntario en el Movimiento: para el programa de Animadores, en el área administrativa, en la parte comunitaria, en la interpretación y traducción, entre otros. Más información.

Una conversión ecológica como la que nos propone el Papa Francisco es posible si vivimos la fe en Cristo Salvador, quien muere y resucita por nuestros pecados, y nos hace ser esos hombres y mujeres nuevos que ven la realidad en forma más amplia, como herederos de una bella obra irrepetible, a la cual no nos podemos dar el lujo de renunciar.