La Semana Santa comienza con la solemne proclamación de la Pasión de Cristo del evangelio de Lucas. En esta narrativa crucial de la fe, encontramos tres de las siete palabras, o frases, dichas por Jesús cuando colgaba de la Cruz. La primera de estas palabras solemnes que Jesús dice en la Cruz es:

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»  (Lc 23, 34)

Jesús lavando los pies del trabajador de una petrolera. Por Miguel Núñez.

¿Pero qué dices, Jesús? Si nos enseñaron que para ser perdonados hay que estar arrepentidos del daño causado, sentir la culpa. Y después de ser conscientes del mal causado, pedir perdón y tener el deseo sincero de reparar el daño causado. Y sólo entonces, quienes hayan sufrido por nuestro pecado serán capaces de presentar esa grandeza de ánimo para otorgar el perdón.

Cuanto menos eso deseamos, especialmente para aquellos que han cometido pecados ecológicos, contra las generaciones futuras, en manifiestos actos y hábitos de contaminación y de destrucción de la armonía del ambiente, de esta Tierra; en transgresiones contra los principios de interdependencia y en la ruptura de las redes de solidaridad entre las criaturas.

Sin embargo, en este esquema de justicia, tan humano por cierto, no hay lugar para el amor. Al menos así lo entendías, Jesús, y así nos lo has enseñado. Pese a todo, nos cuesta creerte a Ti, que pendes ahora de esa Cruz.

Puede que tu testamento aún nos suene como palabras desquiciadas que trastocan nuestro mundo y, a la vez, lo llenan de consuelo.

Allí están Tus palabras en Mateo 5: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo os digo: a quien te abofetee en la mejilla derecha, preséntale la otra».

Allí está Tu oración en Mateo 6: «Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden».

Jesús lavando los pies de una mujer consumista. Por Catalina Rodriguez

Allí está Tu respuesta de Maestro bueno en Mateo 18: «Entonces se acercó Pedro a Jesús y le preguntó: «Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿Siete veces?». Jesús le respondió: “No te digo siete veces, sino setenta veces siete”».

Allí está Tu absurdo mandamiento en Lucas 6, sin indulgencia ni grieta: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a vosotros. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a quienes los aman».

Y allí estás Tú, Jesús, en tu Hora final, asfixiándote en esa Cruz entre dos crucificados y diciendo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».

Y por si nos quedase alguna duda, fuiste un paso más y en el colmo del contrasentido le dijiste al de tu derecha,  extremista del pueblo acusado de reo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso»

Es que para Ti, Jesús, siempre hay una oportunidad para la conversión, aunque sea en el último minuto.

Jesús le ha lavado los pies a más pecadores de nuestra sociedad. Míralo en nuestras redes sociales

¿Es posible perdonar? Jesús lo hizo 

Él sí, pero ¿y a nosotros? ¿Será que sólo nos es posible perdonar a posteriori y con condiciones? Ojalá que no, pues Jesús pensaba de otro modo. Y si el perdón existe en esta Tierra que «sufre y gime dolores como de parto» habrá de ser como el de Jesús: gratuito y sin condiciones. Amar sin límites. Ese es el significado oculto que Jesús quiso dar al lavado de tus pies.

Es verdad que las condiciones pueden facilitar el perdón, ¡y ojalá siempre se dieran! ¿Pero, dejaremos esta Tierra a la deriva mientras no se den las condiciones deseadas? 

Jesús no esperó a que ocurriera ese milagro imposible. Jesús creó las condiciones: el perdón primero. Y a eso nos llamó a nosotros, sus discípulos.

Jesús lavando los pies de un leñador talando árboles. Por Fray Santiago OFM

¿Qué hubiese sido de esta historia, si Jesús, antes de perdonar, hubiera exigido que los soldados y los sumos sacerdotes y Poncio Pilato estuvieran arrepentidos y fueran conscientes del daño causado y fueran capaces de pedir perdón y tuvieran deseos sinceros de reparar?

Fácil la respuesta: las tinieblas de aquella noche oscura de aquel viernes no santo se habrían prolongado hasta hoy, y aún estaríamos esperando la pascua, el evangelio y el sepulcro jamás habría quedado vacío.

Mas Tú, Jesús, perdonaste primero. «Perdónalos, porque no saben lo que hacen». Perdonaste, o sea, miraste con bondad a tus malhechores. O sea, te pusiste en su lugar. O sea, los redimiste. O sea, les diste otra oportunidad. O sea, los sanaste. O sea, los hiciste más humanos. Y con ellos, salvaste la Creación.

El perdón fue primero. Y entonces se curaron también todas Tus heridas, Jesús, y en la Cruz floreció la Pascua. El ser humano fue capaz de  Dios. Y esta Tierra se llenó de esperanza porque ella, cual Creación junto a sus hijos, con tus palabras de PERDÓN, será liberada por fin de la esclavitud de la corrupción a la que fue, y sigue siendo, sometida por nuestros pecados.

Jesús le ha lavado los pies a más pecadores de nuestra sociedad. Míralo en nuestras redes sociales