Crédito de la foto: Gonzalo Gutierrez (Cathopic)

Después del anuncio de la Pasión, Jesús se fue a la montaña a orar en compañía de Pedro, Juan y Santiago, sucedió entonces que su rostro cambió y su vestidura brillaba de blanco, revelando de esta manera su naturaleza Divina y, su eterna e íntima relación con el Padre.

Aparecieron entonces Moisés y Elías, hablando de lo que se avecinaba, confirmando que en Jesús estaba la plenitud de la ley y los profetas. Después, como en el bautismo del Señor, del cielo se escuchó una voz que decía: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle” (Lc 9, 28b-36)

Entonces sí, el bautismo fue el inicio de la vida pública del Señor donde, con palabras y obras, presentó la realidad del Reino. En la transfiguración Jesús demuestra que está dispuesto a darlo todo por el Reino, hasta pasar por la cruz que conduce a la gloria de la Resurrección. 

Es así como en la Transfiguración (Lc 9, 28-36) se hizo presente la unión entre lo Divino y lo Humano demostrando entre otras cosas, la relación profunda entre lo Creado y el Creador; está relación se sigue haciendo presente en todo y en todos, especialmente, en el rostro de quien sufre y en la creación que gime con dolores de parto (Rm 8, 22). Si nos detuvieramos a contemplar el dolor, podríamos decir: «Por fin he visto el rostro de Cristo en el grito del pobre, en la creación”.

MIRA: Anímate a responder al grito de la tierra y de los pobres:

 

Y después de reconocer a Dios, que también se revela en el dolor, es necesario despojarnos de tantas seguridades y volver a lo fundamental: escuchar a Dios que se hace presente en todo y en todos, y descubrir en la hermosura de la creación la belleza de su Autor (Sab 13), acercarnos con un corazón dispuesto a su Palabra, dejarnos interpelar por el Evangelio de la creación (LS capítulo 2), y sentirnos amados al pensar que Quién hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contiene (Sal 146), pensó que el mundo necesitaba una persona como yo para hacer de la casa común un lugar mejor. Entonces, ¿cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?, (Sal 116) ¿cómo responder a tanta generosidad? 

Quizá la respuesta la podemos encontrar con una sincera conversión ecológica “que implica dejar brotar todas las consecuencias del encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que nos rodea” (LS 217). En otras palabras, al seguir a Jesús, debemos dejarnos interpelar por la actual crisis y no ser indiferentes ante la realidad que habitamos, ni ante el dolor de la humanidad y de la creación, por lo cual, nuestra respuesta cristiana ante el dolor debe ser la del buen samaritano, que se detiene ante quien sufre, dedica tiempo, cuida y se hace cargo de sus necesidades (cf. Lc 10, 25-37), para que la creación se haga siempre nueva en el misterio de quien transfigurado nos enseña su filiación divina y nos invita a la conversión que nos renueva. 

Por eso, los invitamos a inscribirse en el Programa de Animadores Laudato Si’, para que entre todos unamos esfuerzos y nos comprometamos a predicar con acciones que es posible que todos nos sintamos dignos, importantes, escuchados, amados, es decir que todos nos sintamos hermanos en la casa común que habitamos.

 

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