Mt 16, 21-27

Hoy reflexionamos sobre el Evangelio de Mateo (16:21-27), que refleja la armonía de la creación. Nos encontramos con un pasaje que va más allá de una mera conversación entre Jesús y sus discípulos. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre el significado más profundo de ser seguidores de Cristo y cómo ese compromiso se entrelaza con nuestra responsabilidad de cuidar la creación divina.

Cuando Jesús anuncia su sufrimiento y muerte a manos de los líderes religiosos, Pedro lo reprende, tratando de evitar este trágico destino. Sin embargo, Jesús responde con firmeza, amonestando a Pedro e instándole a captar las prioridades divinas más allá de las preocupaciones humanas. Aquí encontramos una lección sobre el desapego de las ganancias mundanas y la importancia de emprender el camino de la cruz.

En el contexto del cuidado de la creación, este pasaje puede arrojar luz sobre nuestro deber de reconocer la interconexión entre la red de la vida y la humanidad. Al igual que Pedro trató de evitar el sufrimiento de Jesús, a menudo podemos caer en la tentación de eludir los retos necesarios para abordar las cuestiones medioambientales. Sin embargo, como seguidores de Cristo, estamos llamados a asumir la responsabilidad de preservar y cuidar la creación de Dios.

La frase «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» adquiere una dimensión más amplia en el contexto de la eco-espiritualidad. Negarse a sí mismo puede significar renunciar a la mentalidad de explotación y consumo desenfrenado. Tomar la cruz puede interpretarse como asumir la responsabilidad de proteger la Tierra y las especies que la habitan.

En el fondo, este pasaje nos recuerda que nuestra vocación como seguidores de Cristo es inseparable de nuestra responsabilidad de cuidar la creación divina. La cruz y el cuidado de la creación están unidos en el testimonio del amor y la justicia de Dios. Siguiendo a Jesús, emprendemos no sólo el camino de la redención, sino también el de la restauración de todas las cosas, incluida la casa común que Dios nos ha confiado. Como escribe el Papa Francisco en Laudato Si’,  «el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social.» (LS 48). Por tanto, al seguir a Cristo, reconocemos que nuestro compromiso con la custodia ecológica es una expresión vital de nuestra fe y de nuestro amor tanto a Dios como a Su creación.

Celebremos este Domingo del Tiempo de la Creación en armonía con la Creación y con nuestros hermanos y hermanas.