Domingo, 10 de diciembre
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO – AÑO B
Marcos 1:1-8
El camino Laudato Si’ continúa acompañando los domingos litúrgicos. Este domingo el Evangelio presenta la figura de Juan el Bautista, un ícono de la persona que se acerca al Dios que nace. Es interesante ver cómo él es el último profeta, una bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
¡Cuánto necesitamos personas y gestos proféticos! Toda la cultura judía está impregnada de la promesa de Dios de tierra y descendencia, desde la época de Abraham. No hay ley sin profetas. Un profeta no es alguien que predice el futuro; esos son adivinos o charlatanes. Más bien, el profeta, incluso hoy, nos ayuda a leer el presente, a entender la vida a nuestro alrededor a la luz de la palabra de Dios.
El Evangelio de este domingo nos lleva de la mano para descubrir a este Dios que, al encarnarse, elige el camino del despojo de sí mismo. Un camino de kenosis, una forma de sustraerse como hábiles escultores que crean a través de actos de sustracción, de humildad.
“Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Estas son las primeras palabras del Evangelio de Marcos. Quizás sea mejor traducir el griego Ἀρχὴ como “principio” porque habla de lo más importante, el elemento del cual todas las cosas comienzan. Y, pensándolo bien, este texto, quizás el primero en el orden de la redacción, sirve para darnos un nuevo “principio”, para cumplir la Escritura que, con la creación, comenzó con la expresión “en el principio”. Aquí se lleva a cabo la narrativa de una nueva creación. Para darle sustancia a esta narración, Marcos utiliza dos citas.
La primera, no de Isaías sino de Malaquías, donde dice: “He aquí, envío mi mensajero delante de tu rostro, que preparará tu camino” (Malaquías 3:1), para purificar en el templo nuestra mirada hacia Dios, a menudo a nuestra imagen y semejanza, y para responder a las injusticias del mundo. La segunda cita de Isaías proclama: “Una voz clama en el desierto: ‘Preparen el camino del Señor'”, palabras pronunciadas durante el exilio en Babilonia. Dos citas que nos remiten a la sed, que concierne a toda la humanidad, frente a la injusticia, la sed de libertad. El Evangelio es una historia de liberación.
El Evangelio de Marcos se abre con la figura de Juan el Bautista, representado en el desierto, bautizando y proclamando el bautismo. En la sed de justicia, aparece inmediatamente la hermana agua. En el desierto del silencio y el esfuerzo, hay un bautismo que da vida. Un bautismo de μετανοίας, el metanoia griego como conversión, no tanto un retroceso sino una invitación a cambiar la vida. En el acercamiento a la Navidad, recibimos la invitación a la conversión. ¿Y si este año viviéramos esta invitación aún más radicalmente, tratando de vivir la ecología integral?
“¡Arrepiéntanse!”, es la urgente proclamación de Juan el Bautista. Cambien de dirección, lo están haciendo todo mal, parece que nos está diciendo. ¡No es un anuncio agradable cuando alguien nos recuerda que lo estamos haciendo todo mal! Piensa en el Papa Francisco, su anuncio de conversión a la ecología integral, ¡cuánta necesidad hay de conversión! Y qué difícil es hacerse entender, recibir escucha. Convirtámonos hoy, como ya se dijo el domingo pasado; hoy es el kairos, el momento oportuno. No tenemos que esperar tiempos futuros; solo cambiar nuestra mirada, convertirnos, y el Reino de Dios estará aquí.
Juan el Bautista es un ícono del profeta. Lleva “un vestido de pelo de camello y un cinturón de cuero”, como Elías, come “langostas y miel silvestre”, como un ermitaño. El camello es el animal que vive en el desierto y permite atravesarlo. Juan el Bautista está vestido de la palabra de Dios que sacia en el desierto. Las langostas en el desierto mataron a la serpiente, la palabra que mata la falsedad. En él, vive la fuerza integral de la palabra de Dios, desde la voz hasta la vestimenta y la comida, nutriendo y dando vida.
La gente va “desde Jerusalén” hacia él, para ser bautizados y confesar sus pecados. Un éxodo inverso, la tierra prometida ya no es Jerusalén, pero todos sienten el deseo de dejar la ciudad. ¡Cuántas veces en la vida perseguimos muchas “Jerusalenes”, solo para descubrir que el encuentro con Dios, en las profundidades del agua y el perdón, está en otro lugar, en la creación y en las relaciones con los hermanos y hermanas! Aunque enfrentemos un duro anuncio, hablando de un hacha lista en la raíz de los árboles y un fuego que purifica del mal y juzga.
Oremos al Señor para que en este domingo nos ayude a vivir con valentía profética, con las palabras de Santa Clara de Asís, que dijo: “Sí, porque ahora está claro que el alma del hombre fiel, que es la más digna entre todas las criaturas, es hecha más grande que los cielos por la gracia de Dios. Pues, mientras los cielos con todas las demás cosas creadas no pueden contener al Creador, solo el alma fiel, a causa de la caridad, que carecen los impíos, es su morada y morada, yesto únicamente a causa de la caridad, de la cual carecen los impíos. Es la misma Verdad quien lo afirma: ‘El que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y vendremos a él y haremos morada con él'” (FF 2892).
¡Les deseamos sinceramente un buen domingo!
¡Laudato si’!