La diversidad biológica suele entenderse en términos de la gran variedad de plantas, animales y microorganismos. También incluye las diferencias genéticas dentro de cada especie, por ejemplo, entre variedades de cultivos y razas de ganado y la variedad de ecosistemas (lagos, bosques, desiertos, paisajes agrícolas) que albergan múltiples interacciones entre sus miembros (humanos, plantas, animales).
La biodiversidad está disminuyendo en todo el mundo. La pérdida de hábitats naturales por la deforestación, el cambio climático, la contaminación de ríos, suelos y aire, y las especies invasoras están entre las principales causas. El desmonte y el uso de la tierra para la agricultura y otros fines afecta a la calidad del suelo y del agua. Aproximadamente un tercio del suelo mundial está degradado; esta cifra podría aumentar hasta el 90% en 2050, mientras que se prevé que la demanda de alimentos aumente un 60%. Los bienes que ofrece la naturaleza son indispensables para la vida, la seguridad y el bienestar humanos. Entre los dieciocho servicios ecosistémicos de regulación identificados por la ONU están la calidad del aire y el agua, el clima, la formación y mantenimiento del suelo y la polinización.
Dado que en esta Tierra, «todo está interconectado», (cf. Laudato Si’, 16, 117, 138, 142, 220, 240), el último informe del IPCC señala que debido al calentamiento global antropogénico se han producido cambios rápidos y generalizados en la atmósfera, los océanos, la criosfera y la biosfera. El cambio climático provocado por el hombre ya está afectando a muchos fenómenos meteorológicos y climáticos extremos en todas las regiones del planeta. Esto ha provocado impactos adversos generalizados y pérdidas y daños relacionados para la naturaleza y las personas.
En línea con la evidencia científica, el Papa Francisco nos recuerda que «el clima es un bien común, de todos y para todos. A nivel global, es un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales para la vida humana. Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático». Más aún, el Santo Padre señala que el cambio climático crea «un circulo vicioso que agrava la situación aún más, afectando la disponibilidad de recursos esenciales como el agua potable, la energía la producción agrícola en regiones más cálidas, llegando a la extinción de parte de la biodiversidad del planeta… Las cosas son aún peores por la pérdida de los bosques tropicales que de otra manera ayudarían a mitigar el cambio climático».
Así pues, África y Latinoamérica en el Sur Global están más unidas que nunca por compartir «esos pulmones del planeta repletos de biodiversidad que son la Amazonia y la cuenca fluvial del Congo», lugares importantes «para la totalidad del planeta y para el futuro de la humanidad». La Amazonía y el Congo representan el mayor sumidero de carbono del planeta.
En Querida Amazonía, el Papa Francisco ahondó en el papel regulador del clima que presenta la biodiversidad de los bosques tropicales globales. «El equilibrio planetario depende también de la salud de la Amazonia. Junto con el bioma del Congo y del Borneo, deslumbra por la diversidad de sus bosques, de los cuales también dependen los ciclos de las lluvias, el equilibrio del clima y una gran variedad de seres vivos. Funciona como un gran filtro del dióxido de carbono, que ayuda a evitar el calentamiento de la tierra.»
La mirada de la ecología integral propuesta en la Doctrina Social de la Iglesia invita a valorar la complejidad de la crisis ecológica y sus múltiples causas, por lo que la transformación de la realidad no puede tener una única mirada. «Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido», «es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad».
En diciembre de 2022, 196 países firmaron el Marco Mundial para la Biodiversidad de Kunming-Montreal en la ONU, prometiendo «vivir en armonía con la naturaleza» para 2050 y «detener e invertir la pérdida de biodiversidad» para 2030. Con ello, los países iniciaron planes para hacer frente a la pérdida de biodiversidad y proteger nuestra casa común, lo cual celebramos.
El tema de este año para el Día de la Biodiversidad, «Del acuerdo a la acción: Recuperar la biodiversidad», infunde la esperanza de que podemos hacerlo mejor para resolver la crísis ecológica que se bate tanto en la Amazonía y como en el Congo. En este último lugar, se ha perdido en los últimos años una superficie de selva tropical mayor que la de Bangladesh, y aunque los investigadores han descrito la agricultura de subsistencia como uno de los principales motores de esta situación, la extracción de recursos a gran escala, como la minería, la tala y la explotación de petróleo y gas, desempeñan un papel fundamental en el impulso de la deforestación.
También es terrible que uno de los países clave de la cuenca del Congo, la República Democrática del Congo (RDC), pretenda abrir las zonas protegidas y las turberas boscosas a la explotación de petróleo y gas, lo que supone un revés para la consecución del acuerdo. Huelga decir que, si se alteran estas turberas, las consecuencias para la selva tropical y el clima mundial serán nefastas, y las comunidades locales e indígenas se verán gravemente afectadas.
Así lo apoya una declaración publicada por el Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM) en la que se insta a los gobiernos a tomar medidas inmediatas y ambiciosas para proteger la diversidad de la Creación. En ella se destaca que «un aspecto clave a tener en cuenta es que el bioma del Congo no sólo contribuye a la salud de la Tierra, sino que trabaja conjuntamente con otros biomas como la Amazonía; el Congo sostiene el equilibrio de la hermana nuestra madre Tierra».
La visita apostólica del Papa Francisco a la RDC en enero del 2023 elevó la voz profética de la Iglesia clamando que «tras el colonialismo político, se ha desatado un “colonialismo económico” igualmente esclavizador», yendo así la raíz humana de la crisis ecológica. Asimismo se dirigió a la comunidad internacional así: «No toquen la República Democrática del Congo, no toquen el África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear. Que África sea protagonista de su propio destino». Nuestros territorios y comunidades merecen ser respetados y escuchados, merecen espacio, libertad y atención en la comunidad global.
En el contexto africano, el Cardenal Fridolin Besungu Ambongo, Arzobispo de Kinshasa, RDC, y Presidente de SECAM insta:
«Preservar la cuenca del Congo, que contiene una amplia gama de ecosistemas valiosos y variados, no es solo una cuestión de conservación, sino también un deber de defender la diversidad de nuestro planeta. Es crucial actuar ahora para marcar la diferencia en la protección de nuestros recursos naturales. Al trabajar juntos, podemos construir un futuro sostenible para nuestro mundo y apoyar la promoción de la diversidad biológica sostenible para proteger el frágil ecosistema de la Tierra para las generaciones futuras».
En el contexto latinoamericano, Monseñor Adalberto Jimenez, obispo de la Amazonía en el Vicariato Apostólico de Aguarico, Ecuador, y presidente de la REPAM Ecuador denuncia:
«Estamos destruyendo la casa común criminalmente … toda la vida de la flora de la fauna de los pueblos que habitan en la Amazonía. Esta destrucción viene por mano de los seres humanos…Esta destrucción tiene nombre a través de las multinacionales. La extracción petrolera es muy sucia y contaminante… Ha habido más de mil derrames de petróleo en diez años, sólo en la Amazonía de Ecuador. Estamos ante la minería ilegal que está destruyendo las fuentes de agua limpia de los ríos amazónicos. Estamos ante una deforestación de árboles centenarios que caen bajo las empresas madereras. Ante la vista de tantos de nosotros, se destruye la naturaleza y por eso hago este llamado para que todos hagamos un compromiso personal y un compromiso social, también cristiano de defender esta casa común».
La voz profética de los pastores en la Amazonía, en palabras del Cardenal Pedro Barreto Jimeno, Arzobispo de Huancayo, Perú, y Presidente del Conferencia Eclesial de la
«llamado moral a todas las sociedades – y en especial a los Estados que tienen la obligación de defender y promover el bien común – a que se detenga la destrucción de la Diversidad Biológica en la Amazonía y se respete a toda persona presente y futura. Esto sólo es posible lograrlo con estabilidad, seguridad y paz social, que se alcanzan mediante la especial atención a la justicia distributiva intergeneracional, para abandonar definitivamente el modelo extractivista y alcanzar la transición hacia un desarrollo integral humano, sostenible y justo»
Esto implica que hay necesidad de promover una cultura del cuidado para superar la cultura del descarte, procurando la conservación de lugares inmensamente ricos en biodiversidad y mediante una economía con alma, una economía inspirada en San Francisco de Asís, creando empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza. «En otras palabras, no puede haber un planteamiento ecológico real y un trabajo concreto de salvaguardar el medio ambiente sin la integración de una justicia social que otorgue el derecho al destino común de los bienes de la tierra para las generaciones actuales, así como las futuras».
Por tal razón, preservar este cinturón verde que se extiende a lo largo de la línea del Ecuador, desde la Amazonía, pasando por el Congo y llegando a Indonesia, en la Isla de Borneo, remite a un cambio de actitud fundamental y a un giro de la espiritualidad que le da sentido a la vida, comprendiendo esta íntima conexión entre el grito de la hermana nuestra madre Tierra y el clamor de los más pobres, para restaurar la biodiversidad por medio de una dinámica sinodal que va tejiendo redes en los territorios. «Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad».
El ejemplo de una Iglesia en salida, capaz de articular una pastoral orgánica y de conjunto como poco a poco lo van logrando REBAC en la cuenca de Congo, REPAM y CEAMA en el gran bioma amazónico, nos convoca a encarnar los cuatro sueños que el Papa plantea en la Exhortación Post sinodal “Querida Amazonia” en cada uno de los territorios de nuestra casa común, de manera que encontremos nuevos caminos para la Iglesia y hacia una ecología integral. Con la REMAM en Mesoamérica, la REGCHAG en el Cono Sur latinoamericano, y la RAOEN en Oceanía es posible promover una ciudadanía ecológica que recupere la policromía de la biodiversidad y celebre un nuevo Pentecostés en el que las personas de varias procedencias geográficas puedan entenderse con el lenguaje del amor y disfruten el don de la paz como un signo de la presencia del Espíritu que renueva la faz de la tierra y nuestro corazones.
Es inequívoco que las naciones deben tener buenas intenciones a la hora de abordar la pérdida de biodiversidad y trabajar juntas para proteger nuestro casa común. El Papa Francisco, nos ha recordado en la encíclica Fratelli Tutti que «ningún cambio auténtico, profundo y estable es posible si no se realiza a partir de las diversas culturas, principalmente de los pobres. Un pacto cultural supone renunciar a entender la identidad de un lugar de manera monolítica, y exige respetar la diversidad ofreciéndole caminos de promoción y de integración social».
Sembremos la vocación de formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros para reforestar, restaurar y proteger los paisajes diversos que nos mueven a alabar a Dios uno y trino, «comunidad preciosa de amor infinito» con el tierno y responsable cuidado de su creación de la que todos hacemos parte.
Autores:
Réseau Ecclésial de la Forêt du Bassin du Congo (REBAC) y Red Eclesial Panamazónica (REPAM), con citas del Cardenal Fridolin Besungu Ambongo, Arzobispo de Kinshasa en la República Democrática del Congo (RDC) y Presidente del Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), del Cardenal Pedro Barreto Jimeno, Arzobispo de Huancayo, Perú, y Presidente del Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA) y de Mon. Adalberto Jimenez, obispo de la Amazonía en el Vicariato Apostólico de Aguarico, Ecuador, y presidente de la REPAM Ecuador.