Marcos 6, 1-6

Quitar etiquetas para acoger el bien que llega a nuestra vida.

Francisco Javier Vera es un niño ambientalista de nacionalidad colombiana. A sus diez años de edad ya había fundado el movimiento “Guardianes por la vida” y en diciembre de 2019 intervino a favor del medio ambiente en el Congreso de su país. Llama la atención que en estos años de activismo algunos hayan deslegitimado su discurso solo por el hecho de ser un niño. El nivel expresivo y la precisión de sus argumentos son motivo de sospecha. Se ha llegado a decir que es una persona instrumentalizada y adoctrinada; como también lo han dicho de la adolescente ambientalista Greta Thumberg. En este contexto, Francisco ha pedido que no se menosprecie ni menoscabe el conocimiento de los jóvenes; y que tampoco se use el argumento de que son niños para deslegitimar una causa que es válida: la defensa de la vida y del medio ambiente (cf. F. Vera). El descrédito del activismo de Francisco, por su corta edad, es una expresión de tantas otras que enfrentamos en nuestra sociedad. Algunas veces los “profetas incómodos” a favor de la vida, del medio ambiente, de la paz, etc., son descalificados por su género, clase social, preferencia sexual, nivel de estudios, nacionalidad, religión, etc. Pesa más la etiqueta que colocamos en la persona que el bien que derrama en la comunidad. Esto no es nuevo. Jesús mismo vivió la descalificación de sus coetáneos, tal y como escucharemos este domingo. 

Sin matizaciones o justificaciones Jesús relata: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa» (Mc 6, 4). Jesús se está refiriendo a su propio profetismo, que se desenvuelve entre “la admiración” y el “escándalo” de sus paisanos, quienes finalmente se decantan por el rechazo de su mensaje. Marcos explica que tal reacción no tiene más fundamento que el prejuicio hacia los orígenes sencillos de su familia, gente del pueblo, reconocidos en todo caso por el oficio de carpintero del padre José. Además, a Jesús lo han visto crecer, saben que no tiene título de rabino ni credencial oficial que acredite su enseñanza. Sin embargo, Marcos no deja de mencionar que hay un reconocimiento a la sabiduría de sus palabras (cf. Mc 6,2); sabiduría surgida de la experiencia de Dios, su Padre. Pero los prejuicios, a manera de cerco, no les permite escuchar y descubrir la novedad de su mensaje. Esto nos hace suponer que las justificaciones vertidas en su contra, en el fondo, no son más que evidencias de  sentirse desafiados por el mensaje y las acciones de un auténtico profeta. 

Ciertamente, nos puede parecer de poco peso el argumento de ser demasiado conocido como para no creer en Jesús, como lo deducimos hoy del Evangelio. No lo es si somos sinceros y analizamos las veces en que no hemos dado crédito a quienes viven entre nosotros; por ejemplo, en el ámbito que reflexionamos, y en cuestiones básicas, nos resulta cómodo ignorar a quien nos cuestiona por nuestro mal manejo de la basura, por el desperdicio del agua, o en general, de nuestro consumo irresponsable. Así, el llamado a la responsabilidad común se termina reduciendo a “yo sé lo que hago”, “son opciones personales”. Así también, en un ámbito más amplio, la denuncia del problema ecológico se tiende a minimizar, como lo ha expresado el Papa Francisco en la reciente encíclica Fratelli Tutti: «Frecuentemente las voces que se levantan para la defensa del medio ambiente son acalladas o ridiculizadas, disfrazando de racionalidad lo que son sólo intereses particulares» (FT 17). Hoy el Evangelio de la vida sigue suscitando rechazo. Casi siempre porque nos desinstala o revela nuestras incoherencias e intereses egoístas. La Palabra de este domingo se nos presenta como una oportunidad para cuestionarnos: ¿descubro el profetismo de Jesús en los discursos de vida en el mundo?, ¿qué desencadenan en mi?, ¿rechazo o acogida?, ¿admiración o escándalo? Que la enseñanza de Jesús en este domingo nos motive a ver más allá de las etiquetas que colocamos a nuestros conocidos, para que seamos capaces de acoger el bien que llega a nuestra vida.

Oración:

Yo estoy metida entre la multitud del mundo y te escucho Maestro. Te escucho porque tus Palabras de vida me siguen cautivando. Admiro tu sabiduría pero también reconozco que en muchas ocasiones termino invalidando tu voz, termino acallando el fuego que vas prendiendo en mi interior. Haz que siga tus pasos para comprometerme decididamente en el proyecto de vida y de amor en el mundo presente.

Autora: Gladys De la Cruz Castañón HCJC
Hermana Catequista de Jesús Crucificado.
Licenciada en Catequética y candidata al Doctorado en Catequética por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma.
Forma parte de la Delegación Diocesana de Catequesis en Santiago de Compostela, España.
Voluntaria en el Movimiento Católico Mundial por el Clima.