“FAITHS FOR A JUST ENERGY TRANSITION”

Catholic University of East Africa, Nairobi

28 septiembre de 11 a 13 h Argentina

CONTEXTO DEL TRATADO

Hacia una transición energética justa que abandone el carbón mineral, el petróleo y el gas fósil.

 

«Mensaje del Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, Monseñor Jorge Eduardo Lozano, durante el Simposio Interreligioso»

 

Apreciadas hermanas y apreciados hermanos de todos los continentes.

Los saludo cordialmente desde Argentina, en América del Sur. Gracias por hacerme partícipe de este simposio en el cual, impulsados por nuestros credos, abogamos para que los Gobiernos de nuestras naciones trabajen para lograr acuerdos vinculantes que permitan cumplir con las metas del Acuerdo de París ante la crisis del cambio climático. En este sentido, en su último mensaje por el Día Mundial de Oración por el cuidado de la creación (1 de septiembre), el Papa Francisco nos recordó que «alcanzar el objetivo de París de limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C es todo un reto», el cual «requiere la cooperación responsable de todas las naciones para presentar planes climáticos o contribuciones determinadas a nivel nacional, más ambiciosas, para reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero a cero con la mayor urgencia posible».

Como creyentes, sabemos que Dios Creador nos ha concedido un regalo, la Tierra, creada en toda su diversidad, vitalidad y abundancia, y nos ha llamado a ser sus cuidadores (Gn 2, 15). Sin embargo, esta vocación de cuidado se ha visto ensombrecida por el daño que causamos los seres humanos debido al «uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella» (LS, 2), a través de la negligencia, la explotación y el consumo insostenible en una cultura del descarte, que amenazan el equilibrio natural, la armonía social y la existencia de la vida en la Tierra. Esta situación reclama «cambios profundos en “los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”» (LS, 5; San Juan Pablo II, CA, 58)

El cambio climático es una de las amenazas más acuciantes, puesto que impacta negativamente en el bienestar de todos los pueblos y ecosistemas de la Tierra y en gran parte es resultado de un «patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que hace al corazón del sistema energético mundial» (LS 23).

La comunidad científica ha advertido a la comunidad global de naciones sobre este problema a lo largo de las últimas tres décadas, y es cada vez más contundente su llamado a revertir el camino emprendido. El Panel de Expertos en Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) en su último sexto informe (2021) ha señalado que la quema de carbón mineral, petróleo y gas es responsable del 86% de las emisiones de dióxido de carbono de la última década, principal gas que dinamiza aceleradamente el cambio climático de origen humano. 

En el Acuerdo de París sobre cambio climático, en el 2015, los Gobiernos de los países acordaron hacer todos los esfuerzos necesarios para no permitir un calentamiento global mayor a 2ºC y en lo posible que sea menor a 1,5ºC, a fin de preservar la vida de los ecosistemas tal como la conocemos. El último Informe del IPCC indica que, para cumplir con estos objetivos, tenemos que reducir a casi la mitad las emisiones de dióxido de carbono a partir del 2030 respecto a lo que se emitió en el 2019. Es decir, no hay tiempo que perder para tomar decisiones políticas necesarias puesto que todavía hay demasiadas minas de carbón y zonas de extracción de petróleo y de producción de​ ​gas fósil, muchas de ellas aún en fase de exploración, lo que pone al mundo en camino de no cumplir el objetivo del Acuerdo de París. Para evitar los peores impactos de la crisis climática, juntos, sociedades y gobiernos, debemos asumir la responsabilidad y actuar colectivamente. 

La ciencia nos advierte sobre el peligro incuestionable que enfrenta la humanidad y su solución. Para ser buenos cuidadores de nuestra Casa Común, la Tierra, debemos actuar y eliminar gradualmente la producción de combustibles fósiles. En este sentido, el Papa Francisco nos indicó que «sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aún el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora» (LS 165). 

En respuesta a este importante reto, por ejemplo, varias instituciones católicas en todo el mundo ya han desinvertido sus ahorros en empresas de combustibles fósiles en los últimos años. Ahora, todos juntos, como habitantes de la Casa Común, debemos dar el siguiente paso y pedir a nuestros Gobiernos que planifiquen una transición energética justa a nivel mundial.

La escala actual de la crisis climática requiere una solución global cooperativa que se dirija directamente a la industria de los combustibles fósiles. La Enseñanza Social de la Iglesia lo ha advertido:

 «se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de dióxido de carbono y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable» y que «en el mundo hay un nivel exiguo de acceso a energías limpias y renovables» (LS 26).

Por ello, en comunión con el Papa Francisco, como Iglesia en camino – junto a otros hermanos y hermanos de diversos credos, de nuestros pueblos indígenas, junto a los líderes de la sociedad civil, jóvenes, gobiernos de ciudades, legisladores, académicos y científicos – nos reunimos aquí para reflexionar, orar y hacer un llamado a los Gobiernos de nuestros países a que inicien de manera urgente las acciones necesarias para desarrollar e implementar un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, como una herramienta buena que puede preservar el bien de esta Casa Común, nuestra Tierra, que habitamos en heredad, generaciones pasadas, presentes y futuras. 

El Tratado ha de ser un plan global vinculante, fundamentado en estos tres pilares, como más adelante desarrollan en detalle otros oradores: 

  1. Poner fin a la expansión de cualquier nueva producción de carbón mineral, petróleo o gas natural de acuerdo con los mejores datos científicos disponibles, tal y como señala el IPCC y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
  2. Eliminar gradualmente la producción actual de combustibles fósiles de forma justa y equitativa, teniendo en cuenta la dependencia respectiva de los países hacia los combustibles fósiles y su capacidad de transición.
  3. Garantizar una transición energética justa hacia el 100% de acceso a energías renovables en todo el mundo, apoyar a las economías dependientes para que se diversifiquen de los combustibles fósiles y permitir que todas las personas y comunidades, sin olvidar el Sur Global, prosperen.

Nuestra fe en la creación nos dice que Dios ha dotado al ser humano de inteligencia, creatividad y amor (cf. LS 83), lo que nos hace ser imagen y semejanza del Creador (Gn 1, 27); por ello, nuestra esperanza y confianza en la justa respuesta a la crisis climática está profundamente arraigada en la ciencia y en la capacidad humana de la compasión, que garantizan la equidad entre los pueblos y sanación de los más vulnerables de esta Tierra, los pobres y las demás criaturas. Es urgente “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49)

El tiempo de oportunidad que tenemos para actuar es breve, por eso es necesario unir nuestros esfuerzos y pedir un tratado global para abandonar pronta y gradualmente los combustibles fósiles, y apoyar una transición energética justa, impulsada por las energías limpias, y un futuro de desarrollo integral y sostenible para todos.

Gracias nuevamente, y pido a Dios que este simposio dé sus frutos para el bien de todos.

Firma aquí y apoya una transición energética justa