Niños, jóvenes adultos y personas de la tercera edad forman parte de 18 círculos activos en el Capítulo de México del Movimiento Laudato Si’. Con el objetivo de dar a conocer la ecología integral, estos grupos son un servicio para que los miembros se conozcan, valoren y descubran cómo su fe está conectada con la naturaleza.
En diálogo con María Cristina Núñez, coordinadora de los Círculos Laudato Si’, y referentes de otros círculos, exploramos la diversidad de encuentros y grupos, para todas las edades, que existen a lo largo y a lo ancho del territorio mexicano, tanto virtuales como presenciales.
El colegio: primer contacto con Laudato Si’
La hermana María Teresa, misionera clarisa, contó su experiencia sirviendo en el círculo de Monterrey donde los niños del Colegio de las Clarisas formaron tres círculos según edades: uno en preescolar, otro en primaria y otro en secundaria, con diversas actividades didácticas según edades, para enseñar a los más pequeños y a los adolescentes sobre la Laudato Si’. Las actividades también fueron llevadas hasta un asilo de adultos mayores.
“En el 2020, empecé a tener esta inquietud de qué hacer con los chicos en cuanto a la misión. Como estábamos en pandemia, nos interesamos en algo nuevo y comenzamos con los círculos Laudato Si’ de modo virtual”, comenta la hermana María Teresa. Luego en 2021 y 2022 pudieron hacer los encuentros presenciales que se mantienen hasta hoy. La dinámica consiste en un encuentro cada ocho días y una salida mensual con otra actividad.
Además, “por directriz general, la congregación tiene designado hablar de la Laudato Si’ entre las hermanas y en los apostolados”, mencionó la religiosa. También tienen un proyecto que pertenece a la Plataforma de Acción Laudato Si’.
Así como los niños, los padres también comenzaron a participar en los círculos, y a ser líderes luego de realizar el Programa de Animadores Laudato Si’ (¿quieres ser Animador? La inscripción está abierta aquí). En algunos encuentros frecuentan un huerto comunitario municipal que está en las inmediaciones del colegio. Allí los niños aprendieron a cultivar la tierra y luego regresan al colegio con macetas para regalar a sus maestros: “Tengo la ilusión de que algún día también los maestros vayan y se les hable más profundamente de Laudato Si’”, confiesa la hermana.
A su vez, Adriana Zapata, se unió luego de convertirse en Animadora Laudato Si’, y lidera uno de los círculos del Colegio de las Salesianas desde que la hermana María Teresa ha sido enviada a otro destino.
Otra de las actividades que realizan en el círculo es la separación de basura, en la que preparan desde los botes, pintándolos de acuerdo a los colores de los desechos. También organizaron la proyección de la película La Carta, con el gesto de prepararle una carta al Papa Francisco, comentando sus sentimientos sobre la película. Al final del curso, llevan a los niños en una excursión a las montañas de Chipinque.
“Los chicos son muy creativos y cada semana están esperando el encuentro, contando a sus maestras que ‘son de Laudato’”, menciona Adriana, al tiempo que recuerda las dinámicas que llevan adelante para que los chicos comprendan mejor los conceptos, como una búsqueda del tesoro, cantos o coreografías. Sin olvidar la oración conectada con el tema del día. “Me ha servido más escuchar a los niños que lo que yo les puedo transmitir”, dice Adriana.
Migrantes que cuidan y se preocupan por su casa común
Al sur de México, en la ciudad de Chiapas, hay un Círculo Laudato Si’ que pertenece a la Casa del Migrante donde Claudia Corroy es la coordinadora del área de Asistencia Humanitaria. Se trata de un círculo ecuménico, porque el 98% de sus miembros no son católicos. Su común acuerdo ha sido rezar el Padre Nuestro y oraciones a la tierra: “Todos somos cristianos y tenemos a nuestro Señor, que es el Dios creador”.
Este círculo inició desde la cultura del reciclaje de ropa. En el contexto de las caravanas de personas que migran hacia el norte, se va dejando ropa tirada en los caminos, ya que no tienen cómo lavarla o guardarla. La misión del círculo es hacer una concientización sobre la ropa, los plásticos y la crisis del agua.
“Hemos visto como la ropa va de generación en generación”, menciona Claudia al comentar que los niños y adolescentes tienen más disponibilidad de entender; aunque también “hay muchos adultos mayores que entienden que les estamos dando ropa que luego puede servirle a más niños”. Cuando la ropa ya está en lo último, se recicla esa tela como pequeños bolsitos de mano, billeteras, o se hacen trapos para limpieza.
A causa de la falta de agua, en la Casa del Migrante no se puede beber el agua y tratan de economizarla en los lavados de ropa, las duchas y la reciclan para el lavado de baños y pisos. A su vez, la casa cuenta con cristaleras en casi toda su extensión para aprovechar lo más posible la luz del día y ahorrar energía.
Entre otras actividades, realizan talleres, charlas de concientización y momentos de oración. También trabajan con adultos mayores el cuidado del campo y el jardín, “haciendo buen uso de los recursos que nos da la tierra para mantener nuestra salud y estar un poco balanceados”, menciona Claudia.
La población de la Casa del Migrante proviene del Centro, Sudamérica y el Caribe, con algunas personas también de países africanos y de Siria a Afganistán: “Hemos generado una cultura de solidaridad y de amor”, agrega Claudia. Muchas de las personas han sido luchadores sociales, sufriendo persecuciones y peleando por sus tierras.