Un seminario Laudato Si’ en medio de la ciudad de Buenos Aires. Huerta, composta, gallinero y hasta un criadero de conejos, forman parte de las actividades de los seminaristas de la arquidiócesis de Buenos Aires. Nicolás y Pedro relatan la experiencia de participar en esta tarea. 

Con nueve años de formación, los candidatos al sacerdocio del Seminario Metropolitano Inmaculada Concepción de la arquidiócesis de Buenos Aires, tienen múltiples actividades formativas, pastorales y espirituales. A pesar de su intensa rutina, algunos han encontrado una actividad para “su bienestar integral”, para “despejar la cabeza, estar tranquilo, serenarse y ver a Dios en todo, y en la misma creación”. 

Animados e inspirados por la encíclica que el papa Francisco publicó en 2015, Laudato Si’, y al darse cuenta de las exigencias de las plantas del gran parque del seminario, en 2016 un grupo de seminaristas comenzaron a reunirse para hacer trabajos para la mejora y embellecimiento del jardín de su casa. Hoy trabajan la huerta, gestionan el reciclado, tienen dos composteras, un gallinero y hasta un criadero de conejos. Dos de ellos, Nicolás Bouza y Pedro Ravarotto, relatan la experiencia de vivir y trabajar para un “seminario Laudato Si’”.

Un nuevo estilo de vida en el seminario de Buenos Aires

La iniciativa partió de uno de los jóvenes que, antes de ingresar al seminario, había estudiado agronomía: “Él empezó a guiarnos con lo que se podía hacer y qué plantar, nos animaba a regar las plantas, y empezamos a planear mejoras para el espacio grande del parque”, menciona Nicolás, que se encuentra cursando el octavo año del seminario. 

En 2018 comenzaron con la huerta, “a prueba y error”, viendo qué era mejor plantar según la tierra y la época del año. Y, en 2020, con la pandemia, tuvieron el tiempo propicio para dedicarle trabajo y hacerla crecer. Hoy la huerta cuenta también con un espacio de invernadero y muchos jóvenes en el seminario se han contagiado el entusiasmo por participar. 

También hicieron dos grandes composteras y comenzaron a concientizar con la separación de los residuos entre seminaristas y formadores. “La conciencia es lo que más cuesta, lavar los plásticos y llevarlos al tacho de reciclado”, menciona Nicolás, sin embargo, la recepción entre los residentes de la casa fue muy positiva. 

¿Por qué una vida Laudato Si’?

Nicolás comenzó a tomar conciencia de la importancia de cuidar la creación en su adolescencia: “A los 13 años tuve una invitación de lo alto a darme cuenta de que el cuidado del medio ambiente era algo urgente y que, a largo plazo, era un beneficio para los demás y para el planeta”, recuerda. 

Animado por participar en la huerta de su colegio, aprendió también a cuidar el compost e incorporó la costumbre del reciclaje: “Como cristianos estamos invitados a ser buenos y amar a nuestros hermanos, entonces eso no puede estar en desacuerdo con el cuidado del planeta, es parte de una misma sintonía”, expresa.

En el caso de Pedro, que ya fue ordenado diácono y está transitando su último año en el seminario, la decisión a participar en el espacio partió de su amor a la naturaleza y el trabajo manual, especialmente el trabajo en el parque: “Conocer cómo funciona la naturaleza es estar en conexión con Dios creador, además de ser una tarea saludable para el cuerpo y el espíritu”, comenta.

La huella de Laudato Si’

Laudato Si’ fue el primer documento que Pedro leyó, a sus 18 años, antes de ingresar al seminario. “Laudato Si’ me enseñó que la creación es regalo de Dios y misterio, y se nos encomienda la tarea de cuidarla y dominarla, como dice la Biblia, al modo de Dios, que no es con violencia, sino con ternura, misericordia y responsabilidad”, menciona Pedro. El joven afirma que la conversión ecológica debe ser “un tema de confesión”, porque como cristianos tenemos la responsabilidad de cuidar de la casa común. 

Francisco es un Papa “atento a los tiempos”, según lo define Nicolás, y Laudato Si’ fue una muestra de ello: “La cuestión ecológica es una urgencia”. Para él, el capítulo fundamental de la encíclica es el tercero, que describe cómo el “antropocentrismo moderno” hizo que descuidemos a la creación. Y concluye evocando su cita favorita de Laudato Si’:

“Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza” (LS 117)