¿Qué hay detrás de las relaciones entre el Vaticano y los pueblos indígenas? En los últimos años, líderes de la Iglesia Católica -como el mismo Papa Francisco- han recibido críticas por dialogar con comunidades indígenas e incluso participar de sus celebraciones. ¿Qué sentido tiene? 

“Lo que hicieron a uno de los ‘más pequeños’ a mí me lo hicieron”, dice Jesús en Mateo 25: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?» Y el Rey les dirá: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.» (Mt 25, 37-40)

¿Cómo es el corazón de Jesús? ¿En quiénes fija su mirada? En los “más pequeños” o los “menos” de nuestro mundo. En el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, queremos reflexionar sobre estas preguntas.

Jesús defendía a los “más pequeños”, incluso de su mismo grupo religioso, de los escribas y fariseos, que le cuestionaban juntarse con “pecadores” y “paganos”. Jesús acompañaba a quienes vivían día a día con injusticias que les dejaban con hambre, con sed, sin hogar, desnudos, enfermos o encarcelados. 

En los últimos años, la Iglesia presente en comunidades rurales e indígenas, pidió apoyo de autoridades religiosas y civiles, para detener las desapariciones y matanzas que sucedían en estas tierras por agentes desconocidos, que posteriormente, gracias a investigaciones de periodistas -también amenazados a muerte- revelaron que venían de parte de empresas multinacionales o políticos ligados a ellas. 

Es decir, cuando las familias indígenas se daban cuenta, con ayuda de misioneros católicos, que estaban siendo saqueados, perdiendo tierras, o ríos, resintiendo la contaminación del agua y el aire, afectando su salud y su economía, al comenzar a denunciar y defenderse, pronto recibían amenazas de muerte, secuestros, torturas o la muerte. 

Pero los misioneros católicos se daban cuenta de que estas comunidades indígenas no sólo sufrían por las pérdidas económicas, también sufrían espiritualmente… ¿por qué? 

Sucede que estas comunidades -mejor llamadas nativas- no ven a la naturaleza como recursos naturales, sino que sienten una responsabilidad sagrada, pues es para ellos la Casa Común: el hogar de tantas especies, incluyendo la humana, y además del espíritu divino que está presente en la comunidad a través de ella. Algunas de estas creencias como “El Buen Vivir” ya más conocido en Latinoamérica. 

Ellos no defienden sus tierras o recursos por ser su propiedad, sino por ser sagrados, ya que no les pertenecen, sino que, como ellos dicen “los humanos le pertenecemos a ella, pues ella nos da la vida”, y de no defenderla y tratarla adecuadamente, pondría en riesgo a las generaciones futuras: conceptos que hoy usan los movimientos por la justicia ecológica. 

Esta humildad y espiritualidad, interpela la atención de los católicos, recordando a santos católicos que también anunciaron la presencia de Cristo en la Creación de Dios y su pasión en las criaturas, ya que “Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles” (Colosenses 1, 15). 

¿No es nuestra labor sólo evangelizarlos? Tantos misioneros católicos cuentan su testimonio: han aprendido más de los pueblos nativos de lo que esperaban, su relación con las criaturas de Dios, hasta las más pequeñas, les conmueve e interpela, una vida en que “todo es don gratuito” y por tanto no se alinea a los fines económicos violentos de las grandes empresas: acabando en un ‘holocausto indígena’. 

Así fue que se inició un proceso en el Vaticano para entender a los pueblos originarios, a quienes habíamos enseñado mucho pero también de quienes seguimos aprendiendo tanto, sobre todo en esta crisis ecológica que vive el planeta desde el inicio de la Industrialización. 

Este proceso fue el “Sínodo Pan-Amazónico” concluyó en el documento Querida Amazonía, mediado por la REPAM (Red Eclesial Panamazónica), que se había constituido con el mismo fin de servir a los misioneros que sufrían con los pueblos originarios la injusticia, el despojo, el terror, la muerte.