Mateo 21:28-32

Hoy reflexionamos sobre la parábola de los dos hijos, cada uno con una respuesta diferente a la petición de su padre. Esta parábola refleja nuestras actitudes y acciones, desafiándonos a reflexionar sobre nuestra responsabilidad hacia el cuidado de la creación y el llamamiento a la conversión ecológica.

La parábola comienza con un padre que pide a sus dos hijos que trabajen en la viña. El primero se niega, pero luego cambia de opinión y va a trabajar. El segundo acepta ir, pero finalmente no lo hace. Esta parábola pone de relieve la importancia de que las acciones vayan acompañadas de palabras, y nos insta a ir más allá de la mera retórica y a comprometernos genuinamente.

En nuestro contexto de conversión ecológica, esta parábola nos incita a examinar nuestras acciones en relación con nuestras palabras. El Papa Francisco nos recuerda en Laudato Si’ que “debemos escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49). Nuestro compromiso de afrontar los retos medioambientales no consiste únicamente en palabras o intenciones; se trata de emprender acciones tangibles que reflejen nuestra responsabilidad de proteger el medio ambiente y elevar a los marginados.

El énfasis de la parábola en el arrepentimiento y el cambio de corazón habla de la naturaleza transformadora de la conversión ecológica. Al igual que el cambio de opinión del primer hijo condujo a un trabajo fructífero, nuestro reconocimiento de los daños pasados y nuestro compromiso con el cambio pueden tener efectos positivos en la Tierra. El Papa Francisco nos anima a vivir una conversión ecológica en la que  “las consecuencias de nuestro encuentro con Jesucristo brotan en las relaciones con el mundo que nos rodea ” (LS 217).

Además, la parábola nos invita a considerar nuestra interconexión con toda la creación. Al igual que la petición del padre tenía implicaciones tanto para los hijos como para la viña, nuestras acciones y elecciones tienen profundas consecuencias para el delicado equilibrio de los ecosistemas y el bienestar de todos los seres. Nuestra conversión ecológica es un reconocimiento de esta interconexión y un llamamiento a vivir en armonía con la Tierra.

Al contemplar la parábola de los dos hijos, discernamos cómo se alinean nuestras acciones con nuestras intenciones en el ámbito de la gestión ecológica. El llamado a la conversión ecológica es una invitación a responder con sinceridad, compromiso y la voluntad de cambiar. Que nuestros actos reflejen nuestras palabras y que nuestros esfuerzos contribuyan al florecimiento de la Tierra y de todos sus habitantes.