(Foto de Quang Nguyen Vinh de Pexel)

 

Tercer domingo del tiempo ordinario
«Camino Laudato Si’ – Evangelio Dominical»
Domingo 21 de enero
TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
Mc 1, 14-20

Nuestro camino continúa sobre los pasos de la palabra a través del evangelio de este domingo, que nos presenta el inicio de la misión de Jesús y la llamada de los primeros apóstoles. Es un relato que puede ayudarnos a entender qué es el «kairós», el momento oportuno para acoger la llamada a la conversión y a la acción.

Estamos en los primeros versículos del evangelio de Marcos, tras el relato de Juan el Bautista y las brevísimas tentaciones, donde encontramos las primeras palabras de Jesús pronunciadas en el libro. Habla muy pocas palabras, por lo que cada palabra pesa como un peñasco. No se trata de un pasaje «menor», sino que arroja una luz importante sobre el significado de la historia humana de Jesús tal como se describe en el evangelio de Marcos: un viaje a Jerusalén, el cumplimiento de una promesa.

Después de que Juan fuera arrestado”—cuando fue literalmente «entregado», exactamente como el propio Jesús sería entregado y traicionado al final de la historia. Éste es, paradójicamente, el «kairós» para comenzar la misión: Cristo comienza precisamente cuando se entera de que su profeta está en prisión. Cuando es entregado y traicionado, ése es el momento propicio para Dios: el hombre quiere entregarlo, y él se entrega, el hombre quiere venderlo, y él hace donación de sí mismo.

¿Qué ocurre cuando recibimos una noticia terrible? “Jesús se fue a Galilea”, comienza la misión. El texto original, muy sutilmente, pasa de los primeros versículos (en los que se habla de un «Jesús» indefinido) al pasaje posterior al bautismo y las tentaciones, que definen a «Jesús», precisamente aquél del que habla el Evangelio. De hecho, su acción consiste en «anunciar el Evangelio de Dios«, que lleva la belleza de Sí mismo a un mundo árido y sediento. La finalidad de la palabra, del logos, es ser pronunciada. El Jesús que hemos estado esperando trae esta palabra.

Esta palabra nos dice esencialmente dos cosas. La primera: «El tiempo se ha cumplido«, literalmente en griego es καιρὸς, Kairos, un momento oportuno, una ocasión maravillosa. La segunda: «el reino de Dios está cerca», mejor aún decir que el reino está aquí, no hay necesidad de ir a otra parte. A menudo nuestras vidas se desarrollan en dos dimensiones, tiempo y espacio, y nos ofrecen muchas coartadas. Nunca es el momento ni el lugar adecuado, pues en el mundo ideal siempre falta algo. En el pasado era diferente… Soy demasiado pequeño… En una gran ciudad hay más oportunidades… Y, sin embargo, esta Palabra nos dice algo más.

Si el espacio y el lugar son los adecuados, he aquí la llamada:μετανοεῖτε καὶ πιστεύετε ἐν τῷ εὐαγγελίῳ, es decir, «conviértete y cree en el Evangelio». Necesitamos convertirnos, arrepentirnos, reconocer que nada está bien sin Dios. El tiempo empleado es el imperativo, como diciéndonos «eguid convirtiéndoos», es una acción a realizar ahora en este lugar y en este momento, sin buscar quién sabe qué en la vida. Creer en el Evangelio nos permite inmediatamente ver con ojos nuevos, no para «cambiar el mundo» físicamente, sino para cambiar nuestra forma de relacionarnos con el mundo, con el planeta y cambiar la forma de mirar a nuestro alrededor.

El pasaje de hoy también nos ofrece un par de ejemplos muy concretos. El estilo de Marcos es conciso, con muy pocas palabras, y es muy claro: la llamada que recibimos hoy no es algo teórico o filosófico, no es sólo una idea, sino algo muy concreto. Tres palabras esenciales, que quizá expresan perfectamente lo que debemos hacer en el aquí y ahora: Δεῦτε ὀπίσω μου, traducido como “Ven” (mejor aún «aquí»), “detrás” (hay un camino que recorrer), y “a mí” (hay una relación). El kairós llega cuando llega, cada momento es perfecto, incluso mientras se tienden las redes en medio del trabajo cotidiano. El καιρὸς no es cuando buscas a Dios, (buscar algo significa que nos falta algo) sino cuando Dios te busca a ti, ¡porque eres importante para él! ¡Qué bonito sentirse buscado y visitado!

(Pesca con red desde una barca, fresco del siglo XIII. del Monasterio de Mileševa)

Jesús camina por un mar que nos recuerda la esclavitud y nos invita a caminar con él. Este camino se convierte en un lugar desde el que ve. No mantiene la mirada baja, sino que camina con el rostro erguido, contempla, observa y busca. Cuánto tenemos que aprender de esto, nosotros que siempre estamos ocupados reparando nuestras redes. Nos invita a mirar mientras caminamos. Lo primero que vemos son dos hermanos que nos recuerdan a los primeros hermanos de la Biblia. Qué difícil es vivir en fraternidad, sobre todo en el trabajo y en los intereses cotidianos. Dios quiere habitar precisamente esas relaciones difíciles.

Cada llamada es parecida, pero no igual: hay ligeras diferencias que hacen que cada encuentro sea único. No todos son «pescadores», son hermanos, no todos tienen sólo «redes»: por ejemplo, Simón  y Andrés no utilizan redes de arrastre, sino redes de «echar o tirar», que eran pequeñas redes que utilizaban los pescadores pobres; su barca era diferente de la barca de los hijos de Zebedeo, que tenía mejores redes y también una tripulación joven. Sin embargo, cada uno de estos ‘hermanos’ escucha la misma llamada a la acción, cada uno llamado por su nombre…. Una llamada a seguir a Jesús.

La respuesta está en el silencio, nos asombra: lo dejan todo. Se van porque lo encuentran todo. ¡Son buscados por una mirada que da vida! Están llamados a hacer lo que ya hacen de todos modos…. es decir.. a ser «pescadores de hombres«. El mar, signo de muerte y de pecado, se convierte en un lugar que da vida a muchos «peces», ¡a muchas personas en la historia! En este sentido, Dios viene a habitar nuestras historias, nuestros talentos, nuestra «Galilea del pueblo» y la cubre de luz y de sentido. Esto lleva a los primeros apóstoles a dejarlo todo porque, en realidad, ¡lo encuentran todo!

Roguemos al Señor hoy, en este domingo, para que acojamos con alegría la invitación a la conversión propuesta por Francisco de Asís, que decía en la paráfrasis del Padrenuestro: «Venga tu reino: para que tú reines en nosotros por la gracia y nos hagas llegar a tu reino, donde está la visión manifiesta de ti, el amor perfecto a ti, la unión bienaventurada a ti, el goce por siempre de ti” (FF 269).

Les deseamos un buen domingo, ¡acompañado de la palabra del Señor! 

¡Laudato Si’!