“Abrimos un espacio para la colaboración entre organizaciones y personas más allá de las fronteras y las regiones. Trabajamos codo con codo con otros cristianos, otras comunidades religiosas y movimientos sociales y medioambientales como una única familia humana”.

Los retos sociales y medioambientales a los que se enfrenta la humanidad exigen tender puentes de forma reflexiva y valiente. Jesús extendió su ministerio más allá de las fronteras sociales, geográficas y religiosas, acompañando a personas tan diversas como la mujer samaritana (Juan 4) y el centurión romano (Mateo 8). Del mismo modo, quienes trabajan hoy por la justicia están llamados a una visión amplia que incluya la colaboración intencionada con organizaciones y personas que representen la diversidad de los afectados por las crisis actuales. Aunque profundamente arraigado en nuestra tradición e identidad católicas, el Movimiento Laudato Si’ tiende la mano en colaboración a todos los que comparten nuestra preocupación por la Tierra y los pobres.

La amenaza del cambio climático puede tentar a la gente a la división: entre ricos y pobres, entre naciones y entre grupos sociales. Frente a esta tentación, las personas de buena voluntad están llamadas a trabajar juntas respetando las diferencias y uniéndose en la búsqueda de objetivos comunes. Los obispos del Vaticano II subrayan que la Iglesia católica “no está ligada a ninguna forma particular de civilización humana ni a sistema alguno político, económico y social” por lo que puede “constituir un vínculo estrechísimo entre las diferentes naciones y comunidades humanas” (Gaudium et Spes, 42). Además, mirando fuera de la propia Iglesia, el Concilio “aprecia con el mayor respeto cuanto de verdadero, de bueno y de justo se encuentra en las variadísimas instituciones fundadas ya o que incesantemente se fundan en la humanidad” (Gaudium et Spes, 42). 

La construcción de puentes no es sólo estratégica, un medio para alcanzar un fin. Por el contrario, reconoce que la única solución justa a los problemas sociales y medioambientales del mundo es la que acepta y capacita a personas de todas las procedencias y condiciones sociales.  Como afirma el Papa Francisco, el auténtico desarrollo “supone un proceso histórico dentro de un contexto cultural y requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia cultura” (Laudato Si’, 144). La colaboración inclusiva más allá de fronteras, clases y sistemas de creencias conduce a soluciones duraderas que cumplen esta norma.

La llamada a tender puentes implica ciertas acciones externas: reuniones, conferencias, estudios e iniciativas conjuntas. Además, requiere una apertura interna a los demás y el cultivo de virtudes como la paciencia, la humildad, el respeto y la generosidad (Laudato Si’, 201). De este modo, el trabajo de tender puentes puede conducir a una nueva red de iniciativas globales, al tiempo que transforma al creyente individual en una persona mejor y más íntegra, más preparada para afrontar los retos de un mundo cambiante.