El Movimiento Laudato Si’ nace en el seno de la Iglesia en la Arquidiócesis de Manila (Filipinas), en comunión con otras organizaciones y líderes de todos los continentes. Busca servir desde la fe, en imitación de Jesucristo, de María Santísima y de santos como San Francisco de Asís, patrono de la ecología, para elevar la integridad de la creación como proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado.
En su carta Encíclica Lumen Fidei, (La Luz de la fe), el Papa Francisco se refiere a la fe como una luz que proviene del pasado y al mismo tiempo del futuro: “La fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo. Por una parte, procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús, donde su amor se ha manifestado totalmente fiable, capaz de vencer a la muerte. Pero, al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la muerte, la fe es luz que viene del futuro, que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro «yo» aislado, hacia la más amplia comunión” (LF 4).
Guiados por la luz y la fuerza del Espíritu Santo, el Movimiento Laudato Si’ a se une en torno a la visión de un mundo basado en un desarrollo sostenible e integral, donde los seres humanos de todos los rincones del planeta cuidemos de nuestra Casa común mediante actos individuales y colectivos, en los que el compromiso individual genere semillas de conciencia, y las grandes sinergias permitan influir en los centros de toma de decisiones para disminuir la contribución humana al cambio climático que impacta de forma dramática la vida de millones de personas diariamente.
Inspirado en este clamor de la tierra y de los más pobres, el Movimiento ha adoptado la Encíclica Laudato Sí como su fundamento para la acción, el estímulo que como humanidad necesitamos para enfrentar con esperanza renovada el llamado urgente que nos hace el Creador sobre lo creado, y como la Santísima Virgen María, Reina de la creación, hemos dado el Fiat a la invitación que nos hace el Santo Padre en su Encíclica: “Los cristianos estamos llamados a aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta” (LS 9).
El cuidado de la creación es tradición de fe expresada desde las Escrituras y en la Doctrina Social Católica, y desde ellas el Movimiento fundamenta sus decisiones. “y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Col 1:20”.
Dicho testimonio, – que proviene también de otras confesiones de fe – une y vivifica a gran parte de la humanidad en un diálogo abierto para tomar nuestra responsabilidad, desde los actos cotidianos, en la cura de las heridas profundas que el individualismo ha dejado en la tierra y en los más pobres. “La fe es certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. He 11:1”
Actúa ahora por el cuidado de la creación: ¡sé voluntari@ con nosotros!