Epifanía del Señor
Camino Laudato Si’ – Evangelio Dominical
Domingo 7 de enero
EPIFANÍA DEL SEÑOR – CICLO B
MT 2, 1-12

El relato de este domingo describe la visita de los Magos a Jesús y a su familia, y nos incita a reflexionar sobre nuestra capacidad para ponernos en camino a la escucha de la creación y de la palabra de Dios.Todo se desarrolla, como siempre, dentro de una maravillosa inmersión en la creación, escenario de todos nuestros asuntos humanos y de las historias sobre Jesús.

Puede ser un punto de partida muy interesante reflexionar sobre cómo nos situamos en relación con los dos libros a través de los cuales Dios se nos revela: el Libro de la Sagrada Escritura y el Libro de la Creación. Ambos libros necesitan ser descifrados, requieren la ayuda de expertos para interpretarlos, y ambos pueden conducirnos a una sensación de plenitud y a una felicidad profunda.

La frase “Jesús nació en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes”, sitúa el acontecimiento histórico en un contexto bien definido. Mientras que el primer capítulo de Mateo se centra en la historia del pasado, con la genealogía y el relato de José, a partir de ahora, con la escena de los Magos, se nos presenta la historia futura de Cristo. Se trata de paganos, personas que no le conocen y que, sin embargo, de alguna manera, representan a cada uno de nosotros. En el mismo relato tenemos la masacre de los inocentes, la huida a Egipto y la persecución que Jesús, y los que caminan con él, experimentan.

La expresión «unos Magos del Oriente llegaron» nos da una información imprecisa; no sabemos cuántos eran, ni de dónde venían exactamente. Lo único seguro es que son extranjeros en Israel y que tienen la costumbre de mirar al cielo. Lo miran por ciencia – fijan la hora, estudian las estaciones – pero también para captar los signos de los tiempos. He aquí una hermosa característica del creyente: mirar la misma naturaleza, el mismo mundo, con ojos distraídos, pero preguntándose al mismo tiempo «¿qué sentido tiene?»

La ciencia y la fe pueden y deben caminar juntas. De hecho, el rey Herodes, interrogado por los Magos y convocando a los teólogos de la época: «les preguntó dónde había de nacer el Cristo«. Tratan de responder a la pregunta: «¿Dónde está el que ha nacido?», ¿cuál es el lugar? La Sagrada Escritura nos permite encontrar las respuestas; Dios nos ha dado esta clave para comprender el mundo. A los Magos, como a nosotros, los impulsa el deseo de descubrir y buscar al βασιλεὺς τῶν Ἰουδαίων, «el rey de los judíos«, la misma escritura que encontramos en la cruz al final del Evangelio. No es el rey de Judá, como Herodes, sino mucho más. Lo buscan porque han visto una estrella….. algo que les pide ir más allá.

Este ir más allá es lo que distingue la ciencia de los Magos de la de Herodes y los sumos sacerdotes: los primeros se disponen a adorarle, los otros se alteran, investigan minuciosamente y luego pretenden matarlo. La lectura de las Escrituras conduce a un pequeño lugar, Belén, pero los Magos se dan cuenta de que el objeto de la búsqueda ya no es sólo el lugar, sino que va más allá. Frente a las Escrituras, podemos tener la actitud de los sumos sacerdotes -que escrutan pero permanecen en su lugar-, la de Herodes -que se informa cuidadosamente para anular los efectos de la palabra- y, por último, la actitud de los Magos -que se ponen en camino-. La Palabra nos da la libertad de elegir.

«Y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos», pues en Jerusalén la estrella parecía haber desaparecido, dando paso la lectura de la creación a la palabra de Dios. Pero en cuanto se fueron, volvieron a verla, y «experimentaron una gran alegría». Donde Dios está presente, sólo puede haber alegría. ¡Laudato si’, Señor mío! Qué hermoso. Nuestro deseo, nuestra búsqueda, cuando está bien orientada conduce a la alegría. Este debería ser el criterio para evaluar nuestras vidas.

¿Qué ocurre cuando se encuentran con María y el niño? «Se arrodillaron para adorarlo«. El término griego προσεκύνησαν αὐτῷ indica «llevar a la boca», besar y comer. En el pesebre, nuestra alegría es alimentarnos y mostrar este afecto… besar, amar. Es en el amor donde se encuentran con Él. Amar es la única manera de decir «gracias» al amor. En efecto, es frente al amor que decimos gracias entregando nuestros dones.

El Evangelio de hoy termina con la expresión «volvieron a su tierra por otro camino«. Sin embargo, el término correcto sería ἀνεχώρησαν, que no es un irse a casa, sino convertirse en un «anacoreta», separado del mundo, un ermitaño. Jesús también se retirará, y se utilizará el mismo término. Los cristianos debemos intentar ser así, cuando encontramos verdaderamente a Dios en nuestros hermanos, en la creación, guiados por la Palabra y la estrella: Sí, debemos seguir experimentando el mundo, pero con ojos nuevos.

En este domingo de Epifanía, roguemos al Señor para que, tras el encuentro real con Él, nuestro corazón, lleno de alegría como el de los Magos, pueda cantar con las palabras del Cántico de las criaturas de san Francisco de Asís «Alabad y bendecid a mi Señor, dadle gracias y servidle con gran humildad» (FF 263).

¡Le deseamos un feliz domingo!

¡Laudato Si’!