Pueblo de Dios: unidad, sinodalidad y diversidad
En el corazón de la Ciudad del Vaticano, el 30 de septiembre tuvo lugar un evento memorable. Creyentes de diversos orígenes, procedentes de todos los rincones del mundo, convergieron en la Plaza San Pedro. Se reunieron como hermanos y hermanas en Cristo, bajo la benévola mirada del Papa Francisco, con la presencia del Patriarca Bartolomé, el Arzobispo Justin Welby, la Rev. Anne Burghardt, Secretaria General de la Federación Luterana Mundial, y muchos otros estimados líderes eclesiásticos representantes de diversas denominaciones. No fue una reunión ordinaria, sino un testimonio del poder de la unidad, la sinodalidad y la riqueza de nuestra fe compartida.
Un tapiz de fe y unidad
La asamblea fue un tapiz tejido con los hilos del Sínodo: jóvenes participantes en el encuentro “Together“, así como líderes y delegados de distintas confesiones cristianas.
Estos peregrinos de la fe emprendieron un viaje de oración, comprometiéndose de nuevo con el camino de unidad que se había abierto desde octubre de 2021. También extendieron sus oraciones a los miembros de la Asamblea, que pronto se reunirían durante tres días de preparación espiritual para la XVI Asamblea del Sínodo de los Obispos, cuya apertura está prevista para el 4 de octubre.
Gratitud por el Don de la Unidad
A lo largo del encuentro, jóvenes de distintas iglesias contaron historias impactantes que recordaron a todos la profunda importancia de la unidad.
Emile, del Líbano, articuló: “No hay sinodalidad sin ecumenismo ni ecumenismo sin sinodalidad”. Estos dos pilares, profundamente arraigados en la dignidad bautismal del Pueblo de Dios, nos invitan a una Iglesia sinodal misionera, que fomente el arrepentimiento, el perdón y la reconciliación.
Agata, de Indonesia, en representación del Consejo Consultivo Internacional de la Juventud, expresó su gratitud por las voces variadas que habían dado forma al camino sinodal. Celebró cómo el proceso había acogido la creatividad y amplificado las voces de los marginados, reconociendo que “el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo”.
Tilen, de Eslovenia, destacó la importancia de la escucha y el diálogo en una Iglesia sinodal. Reconoció que algunos jóvenes han experimentado heridas y dolor dentro de la Iglesia. Reconociendo estas luchas, invitó a la asamblea a llorar con los que han sufrido, rezando por la sanación y la transformación a través del Espíritu Santo.
El Poder Transformador de las Conversaciones Sinodales
Surgió una poderosa idea: la sinodalidad no se limita a los entornos oficiales en grandes salones. Las conversaciones sinodales más transformadoras se producen a menudo de forma orgánica, impulsadas por una simple pregunta de un amigo. Estas conversaciones implican una escucha profunda, desacuerdo, crecimiento y un viaje compartido hacia el entendimiento. La fe de los jóvenes fue especialmente inspiradora, haciéndose eco de las palabras del Papa Francisco: “La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe”.
Gratitud por el Don del Otro
La asamblea reconoció que nadie es autosuficiente, subrayando que las relaciones son fundamentales para el crecimiento. La parábola del Buen Samaritano ilustró maravillosamente el valor de cuidarnos los unos a los otros, independientemente de nuestras diferencias.
Wael, refugiado sirio, recordó a todos los presentes los retos a los que se enfrentan las personas desplazadas y la importancia de abrazar un “nosotros” más amplio. Instó a la asamblea a rechazar prejuicios, estereotipos y parcialidades, celebrando la belleza de la diversidad y trabajando juntos por la paz y el respeto.
Vía Creationis: Celebrando la Creación
En el marco de este encuentro, se celebró el Tiempo de la Creación, que subrayó la importancia de la relación entre la fe y el medio ambiente. El Via Creationis, lectura de los dos libros que Dios escribió, el Libro de la Biblia y el Libro de la Naturaleza, sirvió de recordatorio conmovedor de nuestra responsabilidad de cuidar el mundo. Un río simbólico que representaba la justicia y la paz fluyó como testimonio de nuestro compromiso compartido de proteger nuestro planeta y sus criaturas.
Al concluir, el encuentro en la Plaza San Pedro fue una profunda celebración de la fe, la unidad y la diversidad. Demostró que, como miembros de la familia humana, estamos llamados a caminar juntos, a cuidarnos unos a otros y a trabajar por una Iglesia más sinodal y ecuménica, encarnando el mensaje de unidad por el que oró Jesús: “que todos sean uno… para que el mundo crea”.
Para conmemorar el espíritu de este acontecimiento, le invitamos a rezar la Via Creationis junto con este vídeo estrenado en la Plaza San Pedro: