“Hoy el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente” (Laudato Si’ 141).
Un enfoque integral reconoce la sacralidad y el potencial de toda la creación: todo es esencial y cumple un propósito vital. “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1 Corintios 12: 12). Toda la creación fue creada para estar en orden armonioso. Desde el principio, Dios nos creó como seres sociales y, a menos que aprendamos a relacionarnos con los demás, no podremos vivir ni desarrollar nuestro potencial (Gaudium et Spes 12).
Adoptar un enfoque integral nos impulsa a atender al principio de la Enseñanza Social Católica, el Llamado a la Familia, la Comunidad y la Participación. Nos damos cuenta de que nuestro mundo, nuestra casa común, funciona de forma interdependiente: ecológica, social y culturalmente. Nos sintonizamos simultáneamente con el Grito de la Tierra y el Grito de los Pobres, comprendiendo que los deberes que tenemos con el ambiente están vinculados a nuestros deberes hacia la persona humana (Caritas in Veritate 51).
Se trata de un camino de conversión interior radical, en el que se renueva nuestra relación con Dios, con los demás y con el mundo creado. Un enfoque integral considera que las realidades sociales tienen implicaciones en el medio ambiente, y viceversa. Están entrelazadas. Un enfoque ecológico verdaderamente integral es también un enfoque social.“Debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (Laudato Si’ 49).
Trabajando por una ecología integral, defendemos el principio de Cuidar de la Creación de Dios. Valoramos y protegemos la vida en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural. “Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado” (Laudato Si’ 117). Todos los esfuerzos, en distintos campos, pueden trabajar hacia una misión compartida, defendiendo el bien común.