Mateo 18, 21:35

En el Evangelio de hoy, Mateo nos muestra la poderosa parábola del siervo que no perdona. Aunque esta historia gira en torno a los temas de la misericordia, el perdón y la compasión, también tiene profundas implicaciones para nuestra conciencia ecológica y el imperativo de la conversión ecológica.

En la parábola, el amo perdona a un siervo una deuda enorme, pero se niega a mostrar misericordia con otro siervo que tiene una deuda mucho menor. Esto lleva al señor a condenar al siervo que no perdona, recordándonos la interconexión entre misericordia y responsabilización.

En el ámbito de la conversión ecológica, esta parábola nos invita a reflexionar sobre nuestro papel colectivo como guardianes de la creación. El Papa Francisco, en Laudato Si’, nos desafía a comprender nuestra interconexión con todos los seres vivos, afirmando que “Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra” (LS 92). 

Las acciones del sirviente implacable también subrayan las consecuencias destructivas de la falta de compasión. Del mismo modo, nuestro desprecio por el medio ambiente y las prácticas insostenibles conducen a la degradación de los ecosistemas, la pérdida de biodiversidad y la crisis climática. Esta parábola nos recuerda que la falta de cuidado por la creación es, en definitiva, una negación a reconocer la interconexión de todas las formas de vida y a honrar el diseño del Creador.

La llamada a la conversión ecológica resuena con el concepto del perdón destacado en este pasaje. Al igual que el perdón requiere una transformación del corazón, la conversión ecológica exige un cambio fundamental en nuestra relación con el medio ambiente. Al reconocer nuestras acciones cometidas en el pasado, buscar el perdón por los daños ecológicos y comprometernos con una acción reparadora, emprendemos un camino de transformación que aporta sanación tanto a la Tierra como a nuestra familia humana.

Al reflexionar sobre la parábola del siervo que no perdona, recordemos que nuestro camino hacia la conversión ecológica encarna la misericordia y la reconciliación. Del mismo modo que estamos llamados a mostrarnos compasión y perdón los unos a los otros, también estamos llamados a mostrárselos a la Tierra, reconociendo que nuestro florecimiento está íntimamente ligado al florecimiento de toda la creación. Que nuestras acciones, arraigadas en la conciencia ecológica y la compasión, sirvan como testimonio de nuestro compromiso con un mundo que refleja la misericordia, la justicia y el amor de Dios.

¡Que la justicia y la paz fluyan!